Fabrice Hadjadj: «El sexo seguro es la cuadratura del círculo» - Alfa y Omega

Fabrice Hadjadj: «El sexo seguro es la cuadratura del círculo»

El filósofo y converso francés clausuró con una conferencia sobre La restauración de la carne el congreso internacional: 50 años de mayo del 68. Una época de cambios, un cambio de época

Ricardo Benjumea

El escritor y filósofo francés Fabrice Hadjadj, converso al catolicismo, se presentó en la Universidad Francisco de Vitoria como «hijo de unos padres del 68». «Es mi cultura de origen, pero al mismo tiempo escapé de ella», dijo el sábado en la conferencia de clausura de un congreso internacional dedicado a la revolución sexual de mayo del 68, si bien matizando que esta corriente cultural, considerada la causa de profundas transformaciones sociales posteriores, fue en realidad un síntoma de algo previo. «La cultura de la muerte existía antes de mayo del 68, también en las buenas familias católicas y burguesas». Igual que las ideologías de género. «Si pensáis que unas pocas lesbianas americanas han logrado cambiar la faz del mundo deberíais venerarlas», bromeó. Esa idea de «una sociedad con un solo genero ya existía en la antropología liberal».

Una paradoja de mayo del 68 es que la liberación sexual ha derivado en el hashtag #MeToo, en la denuncia de la violación. «Todas las revoluciones empiezan con el regocijo y terminan con el terror. En todas las revoluciones se empieza con un sentimiento de fusión y derivan hacia el litigio permanente».

Como ejemplo de ese nuevo puritanismo aludió a la redefinición propuesta por el Gobierno de Pedro Sánchez para considerar violación cualquier relación sexual sin consentimiento explícito. Y a la App LegalFling, que permite concertar citas en las que previamente cada persona accede a según qué prácticas. «Ningún gesto queda imprevisto». «Hemos pasado de la liberación sexual a tener relaciones sexuales en presencia del abogado», a «una hipervigilancia con una desconfianza generalizada».

Cuerpo versus carne

Individualismo fue una palabra no pronunciada por el filósofo pero que sobrevoló la mayor parte de su intervención. En 1967 se legalizaba en Francia la anticoncepción oral, que permitió «controlar de manera química la sexualidad». Para Hadjadj, aun concediendo parte de razón a la denuncia de que «el cuerpo venía reprimido por las normas morales», más que una «liberación de la sexualidad», mayo del 68 fue «un esfuerzo por liberarse de la sexualidad, por deshacerse de la naturaleza y hacer de ella un objeto de consumo. Por entrar en una artificialidad total», cuya meta es el «seg-sex, el sexo seguro», algo así como «la cuadratura del círculo, puesto que el sexo es drama». Porque «hay momentos en que perdemos el control». Y ese sexo «nos lleva a entrar en una historia que nos supera». A tener problemas. «A vivir con una mujer, con hijos…», en una familia que nunca será idílica. «Y lo más loco es que la Biblia no deja de hablar de la familia como espacio donde nos podemos gritar unos a otros como nunca vamos a gritar a nadie; muestra que hay una violencia intrafamiliar que no existe en la calle». Pero también «se nos revela que la familia es el lugar del perdón». De modo que «se trata, sí, de un drama, pero es un buen drama, el drama de la vida, no un falso drama artificial».

Pretender abolir ese drama es un planteamiento propio de «una lógica de la tecnología: se piensa en que hay un problema y se aplican las soluciones». Algo coherente desde una óptica liberal que concibe el cuerpo como una especie de posesión con la que el individuo puede hacer con él lo que quiera.

Frente al cuerpo entendido en clave individualista, Fabrice Hadjadj reivindicó la carne como «el lugar de encuentro conmigo mismo y con la otra persona». El lugar del placer pero también donde experimentamos «la debilidad, el envejecimiento y la muerte». «En la carne vemos la miseria y el pecado, y por ello podríamos querer ya no ser carne sino cuerpo, incluso un cuerpo ciborg», para liberarnos de nuestras vulnerabilidades. «Podría querer sustraerme de todo ello. ¿Qué me impide hacerlo?», se preguntó. «Es algo que yo calificaría como la confianza en la carne», posible «a partir del misterio de la encarnación y de la resurrección de la carne». Porque si antes se decía que Dios se hizo hombre para que el hombre pueda ser Dios, cada vez vamos a ver más que fue así para que el hombre pueda seguir siendo humano». Para mostrar que «la carne es buena y es el lugar de la miseria, del sufrimiento, de la herida…, sí, pero también el lugar de la misericordia, de la donación y del perdón».