Con motivo del 1.300 aniversario de la muerte de santa Odilia, el cardenal Pietro Parolin presidió una Misa en Estrasburgo (Francia) en la que incidió en que «Europa necesita esperanza si quiere poner fin al invierno demográfico», que «no es principalmente el resultado de una crisis económica o social», sino del «debilitamiento» del «auténtico sentido de la vida y de la existencia». «Europa necesita fe en Dios, que es el Padre», aseveró el representante del Papa.
Como subraya constantemente el propio Francisco y también hicieron sus antecesores, hay que soñar «una Europa amiga de la persona y de las personas». Cuando se producen muertes en el Mediterráneo ante las que permanecemos indiferentes, cuando el Parlamento Europeo pide que el aborto sea considerado un derecho o cuando algún Estado miembro opta por la eutanasia en vez de por el cuidado de quien sufre, parece que este sueño se resquebraja. Solo desde el respeto a la vida y a la dignidad única e inalienable de cada hijo de Dios, Europa podrá encarar el futuro esperanzada. Si sigue por esta senda de egoísmo e indiferencia, que algunos erradamente consideran progreso, el proyecto europeo solo languidecerá.