Estamos en guerra contra la muerte, pero sin machetes
En la Europa hastiada de la libertad y del estado del bienestar, la vida humana cada vez más carece de valor
No hace falta estar inmersos en una guerra física para devaluar la vida humana. No hay ni que entrar en el odio por el vecino invasor o en el lavado de cerebro de años con el mensaje de ser superiores a los de enfrente. No es necesario estar en una reyerta en medio de la capital haitiana, Puerto Príncipe, donde los criminales de las bandas han dejado de recordar que un día fueron niños inocentes que querían jugar con un balón y ahora solo buscan el poder por medio de las armas y da igual si mueren enfermos de un hospital o sus «enemigos». Ni siquiera hay que tener dolor en el corazón hacia un país que te ha arrancado a tus padres tras un bombardeo. También en el corazón de la Europa cansada de sí misma y de la libertad, hastiada del estado del bienestar y de salir de copas hasta los 50 años sin compromisos, el continente de la búsqueda vana de la felicidad superflua que lleva a tener ansiolíticos en el bolso como quien antaño tenía caramelos de cuba libre, en ese mismo centro de la que fuese el centro de la cristiandad, la vida humana cada vez más carece de valor. Francia ha blindado constitucionalmente el derecho al aborto y ha faltado tiempo para que en nuestro país haya quien se quiera sumar, definiendo esta aberración como «un derecho a decidir sobre nuestros cuerpos». «Las mujeres francesas nos han mostrado el camino: tenemos que blindar el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo», decía Yolanda Díaz el mismo día de la noticia. «Lamentablemente, no creo que en España se estén dando ahora mismo las circunstancias para estos cambios constitucionales, porque la derecha ha recurrido de inconstitucionalidad sistemáticamente las leyes de interrupción voluntaria del embarazo», aseguró la ministra de Igualdad, Ana Redondo, a continuación. Estamos en guerra moral. Una guerra contra la muerte, pero sin machetes ni pistolas. El pasado domingo en Madrid miles de personas usaron sus voces y sus cuerpos para luchar por la vida. Toca dar la batalla.