Esta Europa débil
El escritor y humanista Claudio Magris acaba de presentar en España su nueva obra, El conde y otros relatos (editorial Sexto Piso), y ha aprovechado para hablar de nuestra Europa, cada vez más canina de nervio político, y más débil en su etimología y propuesta. Una de las grandes fallas de la cultura occidental radica en el abandono de las fuentes, como el Evangelio, que ha servido para definir de forma inusitada qué es ser persona, para defender los derechos humanos, para desbloquear al ser humano de su fatum, de un destino de mera repetición. Ha aportado creatividad, las universidades le deben su pasión por no dar asueto a la razón, el arte lleva la firma de los evangelios, y los santos han bebido de él. Pero, en estos albores del nuevo siglo, el Evangelio se transforma en objeto de inspiración individualista. Vamos, que lo leo y lo interpreto a mi gusto dando rienda suelta a mis entendederas.
En España, contamos con un par de ejemplos recientes. ABC entrevistó, la pasada semana, al filósofo de moda, Slavov Zizek. El esloveno se pone a explicar el acontecimiento cristiano, y señala que «quien muere en la cruz no es el representante de Dios, sino el mismo Dios»; así, queda ausente del mundo -se ve que desconoce la resurrección del crucificado-, más lejano que el cometa Churyumov-Gerasimenko. En tierra sólo permanece el amor humano. Zizek alude al pasaje: «cuando haya amor entre vosotros, allí estaré», como una comunión exclusivamente humana. Vamos, el cristianismo queda reconvertido en ética. Pero a Zizek se le ocurre todo esto sin otro instrumento científico que su intuición.
Más conmovedor resulta el escritor irlandés Colm Tóibín, que ha firmado un monólogo en El testamento de María, que se estrena estos días en Madrid, con Blanca Portillo en el papel protagonista. En el 2000, el autor dio un curso en la New School, de Nueva York, sobre teatro griego clásico (Medea, Electra y Antígona). Entonces se le ocurrió que la última parte del Nuevo Testamento «podría verse perfectamente como una tragedia griega, si se enfocaba desde la perspectiva de María». La Virgen queda sustituida por la expresión de un drama humano con resonancias de drama griego. Y es eso: el Evangelio sufre una mutación, es el escenario de una nueva invención. No hablemos por tanto de Evangelio, sino de un decorado ad hoc para traernos moral y reminiscencias clásicas. No entro en la calidad de la pieza, pero atisbo un rapto de nuestras fuentes más hondo que el rapto de la misma Europa.