Estar con Él
Sábado de la 2ª semana del tiempo ordinario / Marcos 3, 20-21
Evangelio: Marcos 3, 20-21
En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
Comentario
«Jesús llegó a casa con sus discípulos». Vuelven de la montaña, donde han sido escogidos de una manera solemne, en un monte elevado. Su llamada apuntaba así a lo alto. Pero los había llamado para que «estuvieran con él». Por eso descienden del monte y vuelven a casa. Porque la comunión fundada según el misterio de Dios tiene que hacer la historia.
Esa comunidad será la historia de la salvación misma. Por eso mismo, ese estar con Él está abierto al resto de la humanidad: la comunión con Jesús está abierta al mundo, porque es por Amor que son llamados. Así, que «de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer». Estar con Él coincide de manera indisociable con estar con los que le buscan a Él. De los que los buscan a Él, para estar con Él, porque en Él y en su manera de ser encuentran todo lo que habían anhelado.
No así para su familia, que «vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí». No le buscan a Él, en lo que tiene de único; sino que pretenden reconducirle a lo familiar, a lo que tendría que ser sin sobresaltos.
Y ese contexto, María debió vivirlo con una gran tensión. Sabía que estar con Jesús consistía precisamente en abrirse a su excepcionalidad insoslayable. Que el verdadero valor de Jesús se da en la continuidad con su familia y el pueblo de Israel, pero es irreductible. Y, sin embargo, no deja de ser para ella una tensión grave esa polaridad entre Cristo y su familia. Por lo pronto, si aquí no se la menciona, es porque ella misma guardó silencio y dejó que Cristo mismo ofreciese el camino.