Escuchemos llorar al Niño de Belén en la Franja y Kfar Aza - Alfa y Omega

Aunque este año celebramos el octavo centenario de la Navidad de Greccio, que se ha convertido en el símbolo del belén, nos damos cuenta de que toda representación es y sigue siendo una ficción si se reduce a las figuras y a las emociones que estas pueden suscitar. Escuchar el grito de cada niño concreto e individual es el camino necesario para poder escuchar el grito del Niño de Belén, cuyo nacimiento celebramos en Navidad. Es lo que nos lleva a percibir el sufrimiento de los demás, el sufrimiento inocente que abre nuestro corazón a la compasión y, por tanto, también a la reconciliación y a la paz. Escuchar los gritos de unos y otros, de Israel y Palestina y de todas las víctimas de tantos conflictos, no desde una equidistancia aséptica, sino con cercanía y empatía. Sentir como nuestro el grito de uno y del otro, para que en nuestra persona podamos acercar el uno al otro.

Es necesario aprender a escuchar los gritos de los niños arrancados de las manos de sus padres en el kibbutz Kfar Aza, a pocos kilómetros de Gaza, y los de los niños abrumados por una lluvia de bombas en Gaza, en Jabalia, en Jan Yunis. Escuchar los gritos de los niños asustados por las sirenas en Ashkelon, Shderot y Tel Aviv y los de los niños asustados por los tanques en Yenín, en Nablus, en Hebrón. Si queremos la paz no «en la ficción y el silencio de las figuras de madera» sino «en el corazón del hombre», como escribió Salvatore Quasimodo, debemos aprender a acoger al Dios infinitamente lejano que en el Niño de Belén se acerca a nosotros, manifiesta su amor. Es ante toda la humanidad, desgarrada hoy por conflictos resultado del odio, del egoísmo, de los intereses económicos y del poder, y de la explotación del santo nombre de Dios, que el Niño de Belén llora y nos pide a cada uno de nosotros escuchar su grito para que realmente pueda darnos la paz entregándonos a sí mismo.