Escondida Aguilar de Bureba
En plena comarca de la Bureba se asienta una «joya románica», que pasa desapercibida entre el rico esplendor burgalés. La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora y la villa, Aguilar de Bureba, bien merecen una visita
«Es una joya del románico y fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1983», asegura Juan Álvarez Quevedo, delegado de Patrimonio de la diócesis de Burgos, sobre la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Aguilar de Bureba. A 45 minutos de la capital, la comarca de la Bureba es paradigma del paisaje castellanoleonés: campos abiertos, suelos orientados hacia el cereal de secano y campanarios coronando el horizonte.
La cercanía de la conocida Briviesca deja esta localidad en segundo plano, pero Aguilar tuvo antaño más categoría, porque era una villa de realengo, es decir, que dependía directamente del rey, mientras que Briviesca era una ciudad de señorío que dependía de un condestable. Además, ha sido semilla de vocaciones. Ya lo dijo fray Valentín de la Cruz en su libro titulado Burgos. Guía completa de las tierras del Cid, cuando calificó a Aguilar de Bureba de «pueblo levítico». En 1960 fue el primero de la diócesis en número de sacerdotes, religiosos y religiosas. Y, en 1983, más del 10 % de los naturales del pueblo –unos 26–, entregaron sus vidas a Dios.
Asentada en medio de esta villa vocacional y construida con piedra sillar arenisca de la zona encontramos la iglesia de la Asunción, recién restaurada por la archidiócesis y la Diputación de Burgos. Inicialmente era de una sola nave, pero los añadidos posteriores la convirtieron en un templo de planta de cruz latina.
El retablo mayor es barroco-rococó y representa a la Virgen de pie, a san Miguel y relieves de episodios como la anunciación, la circuncisión o la oración en el huerto. Además, cuenta con dos medallones de Jesús y María «curiosamente muy semejantes a otros, repartidos por varias iglesias de la comarca», explican desde la diócesis.
Uno de los rasgos más originales del templo «es la decoración de los canecillos, con un ave descabezada y una cabeza con bonete cónico». Pero el mayor interés iconográfico se concentra en la pareja de capiteles del arco triunfal. Sobre uno de ellos hay dos parejas de basiliscos cuyas colas de reptil rematan en cabezas de serpiente. Sobre el otro se suceden dos escenas. En la cara que mira al altar hay un jinete armado y, ante él, un personaje a pie, vestido con saya larga, que prepara una honda para dirigir el proyectil contra su oponente. «Resulta dudosa la interpretación iconográfica de este curioso capitel más allá de reconocer que plantea escenas de desigual combate».
Actualmente funciona como templo parroquial y está atendido por un nuevo sacerdote –el anterior falleció hace pocos meses– que tiene a su cuidado otros 19 pueblos de la comarca. «Aún así, tiene culto todos los domingos» para los alrededor de 150 habitantes del pueblo y los visitantes que quieran acudir, explica el delegado de Patrimonio. «El anterior sacerdote cuidaba mucho las tradicones, sobre todo las relacionadas con la Semana Santa», cuyo testigo recoge ahora el recién llegado. Por cierto, el decano de la Facultad de Teología de Burgos es oriundo de Aguilar, y este pueblo es tradicionamente conocido por su producción de chacolí, que antaño se elaboraba en 30 bodegas y dos lagares. Ahora únicamente se degusta en las fiestas patronales.