Es tiempo favorable - Alfa y Omega

¿Quién que se encuentre de viaje no se preocupa de saber el tiempo que va a hacer? Y, si conoce que el tiempo será favorable, se pondrá en camino con alegría, ¿verdad? Nosotros, que caminamos en este valle de lágrimas, tenemos actualmente un tiempo favorable para la conversión, un tiempo favorable para encontrarnos y reforzar nuestra amistad con Cristo, para presentarle con sinceridad y fe nuestro corazón contrito y humillado que Él, sabemos, nunca va a rechazar.

Es un tiempo favorable para reflexionar sobre nuestra vida cristiana, personal y comunitaria. Una oportunidad para el silencio, la oración, el ayuno, la limosna. Y ese tiempo es la Cuaresma. Cuarenta días de oro para nuestras almas en espera de la alegría de la Pascua.

Tiempo para recuperar la paz, la misericordia, la vida que es Dios. Tiempo para pensar en Cristo, que nos salva no con una varita mágica, sino dando su vida, su Cuerpo y su Sangre por nosotros. Tiempo para participar en la liturgia y en los sacramentos. ¡Qué hermosa es la liturgia de la Iglesia católica! No podemos dejar de vivir bien, lo mejor posible esta Cuaresma: podría ser la última de nuestra vida terrena.

Nuestro querido Benedicto XVI nos anima a que este tiempo favorable que la Iglesia, madre y maestra, establece con suma pedagogía, lo dediquemos al estímulo mutuo de la caridad y las obras buenas, que son el corazón de la vida cristiana.

En efecto, la caridad es un signo de conversión. La caridad cubre multitud de pecados. La caridad se hace verdad cuando empezamos por fijarnos en los demás y olvidarnos de nosotros, de nuestros egoísmos, caprichos y terquedades. La caridad nos hace salir de nosotros mismos y mirar atentamente al hermano que tenemos cerca y al que vive lejos. Nos permite ver el panorama humano que nos rodea, en la familia, en el trabajo, en las relaciones de amistad, en nuestra ciudad, en el mundo.

En este valle de lágrimas, y sobre todo en estos años de crisis, hay hambre, injusticias, enfermedades, desgracias, necesidades, pobreza, soledad. Y no es cuestión de palabras, sino de personas que sufren. No nos quedemos indiferentes. Tenemos que fijarnos en ellas, mirarlas con amor y compasión y acudir a paliar ese sufrimiento, a veces material, a veces espiritual, si queremos ejercer la caridad y amar al prójimo.

La caridad es dar de lo que tenemos: una sonrisa, una palabra afectuosa, una caricia, una limosna, un trabajo, una recomendación, un consejo. Y también es escuchar, ayudar, acompañar, servir. Es tiempo favorable para competir en la caridad, en el servicio, en las buenas obras, como nos dice el precioso Mensaje del Papa para esta Cuaresma, que todos debemos conocer.

¡Si no amamos al hermano al que vemos, ¿cómo decimos que amamos a Dios, al que no vemos?! Los cristianos sabemos que, al atardecer de la vida, nos juzgarán sobre el amor.