Era el día de Reyes - Alfa y Omega

«El año anterior, a alguno de mis compañeros de la escuela del pueblo, los Reyes les habían dejado una pelota, una peonza, hasta ¡un caballo de cartón! A mí nunca me habían traído nada, pero aquel año no lo olvidaré nunca: mi padre, muy contento, me llevó en volandas desde la cama hasta el balcón y allí estaba mi deseado caballo de cartón. Me pasé el día jugando con él, pero no pude llevarlo a la escuela para enseñárselo a mis amigos porque, al día siguiente, el caballo había desaparecido. Pregunté a todos por mi caballo, sonreían misteriosamente y esa era toda la explicación que me daban.

Pasó un año, llegaron los Reyes y me dejaron ¡otro caballo!, y de nuevo volvió a desaparecer. Así fue durante años sucesivos: un caballo aparecía el día de Reyes en mi balcón y al día siguiente ya no estaba en casa. Al final descubrí que el caballo era el mismo del año pasado y el de todos los años anteriores, y tuve el desacierto de llegar con esa conclusión a mi padre que, me cogió de los hombros, me miró con tristeza y dijo: “La magia de los Reyes ya no es para ti”».

Así me lo contó el protagonista de la historia. Él, como muchos de mi edad, con tesón heroico, superamos aquella austeridad de los pueblos y llegamos a vivir bien donde el éxodo rural quiso llevarnos. Quizá demasiado bien en esta sociedad que esquilma el mundo, nuestra casa común. ¿Habrá ahora otros héroes capaces de salir de este sistema que nos lleva al desastre económico y ecológico?

Juan José Osácar Flaquer

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