San Ignacio en un escape room - Alfa y Omega

San Ignacio en un escape room

Utilizar la realidad virtual y la imaginación como hacen los escape room es un modo de transmitir a los jóvenes contenidos y experiencias en primera persona, «en un lenguaje que para ellos es más fácil de entender»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Un alumno de Deusto ‘entra’ en la capilla de la Conversión de san Ignacio. Foto: Universidad de Deusto.

Parroquias, delegaciones diocesanas de juventud, catequistas y profesores de Religión están utilizando cada vez con más frecuencia la herramienta del escape room para llegar a los más jóvenes. Es el caso de la Universidad de Deusto, que con motivo del Año Ignaciano ha propuesto a sus alumnos una experiencia inmersiva en torno a la figura de san Ignacio. Así, gracias a unas gafas de realidad virtual, los jóvenes pueden entrar en la capilla de la Conversión del fundador de la Compañía de Jesús, en Loyola, en un juego que se puede descargar en la web del Año Ignaciano para jugar en casa o con amigos.

«Fuimos a la capilla a grabar las imágenes de la iniciativa y allí escogimos una serie de objetos de san Ignacio sobre los que planteamos a los jóvenes varias pruebas a resolver», explica Lorena Fernández, directora de Comunicación Digital de la universidad. Por ejemplo, tenían que averiguar «qué libros marcaron su conversión para seguir avanzando en el juego». «En realidad, es algo muy ignaciano proponer a los alumnos una composición de lugar, trasladando a lo digital y de una manera lúdica esta experiencia emblemática de conversión», dice Fernández.

Esta joven comienza el juego propuesto por Proclade. Foto: Fundación Proclade.

Este modo de poner a los jóvenes en la piel de otras personas para entender su biografía y su recorrido interior es también la apuesta de la ONG Proclade, vinculada a los claretianos. En este caso, su escape room consiste en hacerles vivir en primera persona la experiencia y el drama de la migración a través del juego Escapar para acercarnos a las personas migrantes. En este juego, cada estudiante acompaña a un migrante y resuelve unas claves para que pueda continuar su viaje. Por ejemplo, se acercan a Aminata, una niña de 15 años de Malí que debido a la sequía emprende un viaje de 5.000 kilómetros atravesando el Sáhara; o a Rosa Esperanza, una madre soltera de la zona selvática de Colombia que, debido a la presencia en la zona de grupos armados, tiene que huir del país con sus hijos. «Son historias basadas en la realidad de los migrantes, que sacamos de nuestra experiencia con ellos en nuestro trabajo de cooperación en desarrollo en varios países», explica José Manuel Hidalgo, técnico de sensibilización de Proclade.

Ahora las han puesto a través de este escape room al alcance de los más jóvenes en varias comunidades autónomas con las que la ONG ha entablado colaboración. Así, delante de un móvil o un ordenador, por grupos o individualmente, principalmente en las aulas, la institución propone varias historias con distintos niveles de dificultad para que los alumnos empaticen. «Es una forma de acercarse a la población joven y sensibilizarla en un lenguaje que para ella es más fácil de entender», dice Hidalgo, para quien el juego «es un primer acercamiento que da pie a una concienciación que se trabaja después en varias actividades de reflexión». Esto es algo especialmente positivo «en zonas rurales, donde las actividades de este tipo llegan menos, con lo que la participación es aún más activa e interesante».

En catequesis y en el colegio

La herramienta del escape room también ha sido utilizada por los catequistas de la unidad pastoral de Fraga, en Huesca, para enganchar a los jóvenes de posconfirmación. «Queríamos hacer algo para ellos, una actividad que les gustara y que al mismo tiempo les diera formación y les ayudara a no despistarse», cuenta Maite López, una de las catequistas.

Tomando como base la historia de la familia de Ramón Berenguer IV, que mandó construir el tempo parroquial de San Pedro, imaginaron una prueba para encontrar un cofre con un tesoro perdido hace siglos. El reto para los jóvenes era encontrarlo y para ello tenían que superar una serie de pruebas en el interior de la propia iglesia, todas relacionadas con los contenidos de las catequesis que habían recibido durante el curso. «Se quedaron alucinados», cuenta su catequista, que considera haber logrado el objetivo de «pasarlo bien y aprender al mismo tiempo».

La pista se esconde en la pila bautismal de San Pedro, en Fraga. Foto: Iglesia en Aragón.

Este es también el propósito de la profesora de Religión Ana María Castro, que en el colegio Blas Infante, de Écija (Sevilla), ofrece a sus alumnos de Infantil y Primaria un escape room virtual al que ha llamado Ayudando a Jesús. En él, por ejemplo, los niños tienen que escoger una llave para abrir una iglesia, y, una vez dentro, eligen un personaje bíblico para superar una serie de pruebas que ponen en juego sus conocimientos de la asignatura.

La profesora, que también ha ideado para sus alumnos otros juegos menos virtuales, como una yincana sobre los milagros que despliega en el patio del colegio, exclama: «¿Qué manera mejor de aprender que jugando?». Además, «hay niños a los que los contenidos no se les quedan de otra manera, y todos acaban encantados, porque aprenden en grupo de una manera que les hace trabajar la asignatura, que es el objetivo que perseguimos».