Encontrar a Dios - Alfa y Omega

Encontrar a Dios

Sábado de la 9ª semana de tiempo ordinario / Marcos 12, 38-44

Carlos Pérez Laporta
‘Óbolo de la viuda’. Mosaico del siglo VI en la iglesia de Santa Apolonia en Ravena, Italia. Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, y aparentan hacer largas oraciones. Éstos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.

Llamando a sus discípulos, les dijo:

«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Comentario

Jesús «observaba a la gente». Tiene sed, está buscando a los hombres. Cristo es la sed de Dios, que quiere encontrarse con la humanidad allí donde la humanidad cree buscar a Dios. Jesús es Dios que sale al encuentro del hombre. Pero Dios no puede encontrarse con el hombre allí donde el hombre no le busca verdaderamente. Si el hombre no sale de sí mismo para encontrarse con Dios, Dios no se impondrá con su presencia. Por eso, a Dios solo le encuentra quien realmente le busca; solo puede encontrar a Dios quien es encontrado por Él. Si acaso, Dios se hace el encontradizo en las situaciones límite, que nos sacan de nosotros mismos a la fuerza y nos hacen clamar al cielo.

En los escribas, en sus vestimentas y en sus gestos, en los que cualquiera vería una gran religiosidad y una gran moral, Él ve superficialidad e inmoralidad. Allí Dios no llega a encontrar al hombre, porque ahí el hombre solo se busca a sí mismo.

En los «ricos [que] echaban mucho» en el tesoro del Templo, no ve maldad, pero no observa una búsqueda real; porque «han echado de lo que les sobra». Siendo generosos, no han buscado nada con su generosidad.

La generosidad busca cuando duele, cuando se da por encima de la comodidad. La generosidad se busca inevitablemente a sí misma cuando es autosuficiente. Cuando se da más de lo que se debería, entonces la generosidad se abre a lo de fuera, a lo otro. Cuando se da de más, lo que se espera no es tener suficiente con dar, porque después de dar uno se ha quedado sin lo suficiente; lo que se espera es que suceda algo que nos sostenga, que venga Dios y corresponda a nuestra generosidad; porque nos hemos quedado sin nada. Por eso, alaba Jesús a esa viuda pobre: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. […] esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».