Cristo es siempre un don - Alfa y Omega

Cristo es siempre un don

Viernes de la 9ª semana de tiempo ordinario / Marcos 12, 35-37

Carlos Pérez Laporta
Cristo maestro. Jacopo Palma il Giovane. Bayerische Staatsgemäldesammlungen, Munich (Alemania).

Evangelio: Marcos 12, 35-37

En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:

«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”.

Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?». Una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto.

Comentario

Al rey David Dios le prometió que no faltaría descendiente sobre el trono de Israel, y tanto los profetas como los salmos habían asegurado que el Mesías vendría de David. Parece que, como una semilla, la promesa de Dios estuviera puesta en el inicio del reinado de David para desplegarse en la historia.

Sin embargo, hoy Jesús hace una pregunta provocadora: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”. Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?».

Jesús no pretende impugnar la procedencia davídica, pero está señalando un exceso: lo que viene de David es más que pura descendencia de David; tanto que David llama al Mesías su Señor. La venida de Jesús no es el resultado de un proceso histórico, no es algo contenido en las posibilidades de Israel, de tal manera que se alcance con el puro progreso. El Mesías es más, infinitamente más. El Mesías no es sencillamente un fruto de la semilla de David, sino que es un Don del Espíritu de Dios. El Mesías no fue prometido como el futuro del desarrollo de todas las potencialidades de Israel, sino como un porvenir no contenido en ese futuro. El Mesías proviene de Dios y no de la historia, por mucho que venga a la historia y se injerte en ella. Cristo es siempre un don, no el resultado de las posibilidades morales de su pueblo. Por eso, «una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto», porque conociendo sus debilidades se podían permitir esperar mucho más, infinitamente más, de lo que eran capaces de conseguir: podían permitirse esperara a Dios.

Por eso hoy nosotros suplicamos su venida, su estancia con nosotros, porque nosotros no podemos conseguirlo por nuestras propias fuerzas.