«En un día de rodaje vimos 100 entierros» - Alfa y Omega

«En un día de rodaje vimos 100 entierros»

Dios me libre, un cortometraje codirigido por un español y estrenado esta semana en el Festival de Río de Janeiro, muestra el trabajo de dos sepultureros brasileños en el momento más feroz de la pandemia de COVID-19

Yago González
Adenilson Souza y Wilker Costa Paes, Zeca, hablan de su fe mientras cavan la tierra en el cementerio de Vila Formosa. Foto: Agencia Audiovisual Freak.

Julio de 2020. La pandemia de COVID-19 se ceba con Brasil, que sufre un millar de muertos diarios. Los cementerios están desbordados. El más grande de América Latina, el de Vila Formosa (São Paulo), se ve obligado a abrir cientos de fosas e incluso desenterrar viejas tumbas para dejar espacio a las víctimas del virus. Adenilson Souza y Wilker Costa Paes, Zeca, trabajan allí. Adenilson es aspirante a pastor de la Iglesia adventista del Séptimo Día y Zeca practica la religión umbanda, un culto que mezcla elementos de distintas espiritualidades. A veces, mientras cavan la tierra, Adenilson y Zeca hablan de su fe.

Es el argumento de Dios me libre, un cortometraje estrenado la semana pasada en el Festival Internacional de Cortos de Río de Janeiro y que también competirá en el certamen de Brasilia en diciembre. Sus autores son el documentalista brasileño Carlos Henrique de Oliveira y el periodista español Luis Ansorena.

El germen de Dios me libre se ubica en Palma de Mallorca, ciudad natal de Ansorena, durante el primer confinamiento. En el telediario, el periodista ve las imágenes de las fosas excavadas en Vila Formosa. «En un momento determinado, Brasil se convirtió en el epicentro mundial de la pandemia. Y, dentro de Brasil, el corazón del epicentro era São Paulo», recuerda. «Ahí había una historia. Una historia de la pandemia desde un punto de vista humano, porque en ese momento el enfoque en Brasil era muy político», señala.

Ansorena se puso en contacto con De Oliveira, a quien había conocido en un festival de cine documental en Barcelona. En un principio, el brasileño veía más fácil rodar en Curitiba, su ciudad, pero el mallorquín tenía claro que el lugar era Vila Formosa. Tras una fatigosa labor burocrática, De Oliveira y el director de fotografía, Thiago Prestes, consiguieron permiso para filmar dos días en el cementerio.

Ahí es cuando, según Ansorena, «empezó a intervenir la suerte». Las autoridades municipales querían que el sepulturero que apareciera en pantalla fuera el representante sindical, algo que no agradaba a los autores: «No queríamos que nos eligieran al protagonista». Pero un día antes del rodaje, aquel hombre dio positivo por COVID-19. Así que De Oliveira y Prestes, sobre el terreno, y Ansorena, desde España, comenzaron contrarreloj un castin entre los enterradores de Vila Formosa. «Recordamos aquello de que todo Quijote tiene su Sancho Panza: es decir, dos personajes con caracteres diferentes siempre van a dar juego en pantalla. Vimos que Adenilson y Zeca eran dos amigos con religiones distintas, y eso era muy interesante», cuenta Ansorena.

Mínima intervención

A la hora de filmar, los creadores decidieron intervenir lo menos posible sobre los personajes. «Enseguida empezaron a mantener conversaciones interesantes delante de la cámara», afirma el director español.

También procuraron no mostrar de cerca a quienes acudían al cementerio a enterrar a sus familiares, aunque en el corto sí se escuchan lamentos desgarrados. «Tuvimos un debate al respecto y concluimos que era necesario mostrar el dolor a través del sonido, sin que se identificara a nadie», explica el periodista.

«En un solo día de rodaje en el cementerio vimos alrededor de 100 entierros», recuerda Henrique de Oliveira. Para él, la escena más impactante tuvo lugar en el osario en el que los sepultureros guardan los cuerpos exhumados para dejar hueco a los nuevos cadáveres. «En ese momento, Adenilson y Zeca dicen esta frase: “Aquí termina todo el orgullo”. Es decir, no importan el poder, la fama, si eras negro, blanco, rico, pobre…», afirma el cineasta.

La fuerza de la fe

Tanto De Oliveira como Ansorena son agnósticos, pero admiten la fuerza que aporta la fe para situaciones tan duras como la que afrontan los protagonistas del corto. «Para mí, Dios no es el creador del universo, sino el universo mismo. No me gusta la definición de Dios como una persona, y a las religiones les gusta definir a Dios. Pero entiendo la conexión con la espiritualidad y, en momentos trágicos como los de la pandemia, esa conexión nos hace humanos», explica el brasileño. «No obstante, en muchas situaciones es necesario acudir a la ciencia. Bolsonaro creó una enorme confusión aquí cuando dijo que la pandemia o la vacuna eran cuestiones que uno podía creer o no, sacándolas del campo de lo objetivo», añade.

Ansorena tiene una posición similar: «Cuando el mundo que les rodea se está viniendo abajo, para esas personas la religión es un claro apoyo que les hace trabajar por la comunidad con mucha más fuerza. Dicho esto, en el corto también se ve cómo las comunidades religiosas se encomiendan a Dios mientras, en el templo, no guardan las medidas de prevención. No puedes pedir que Dios venga a solucionártelo todo, tienes que recurrir a la ciencia».

De Oliveira lo resume así: «La fe es capaz de secar las lágrimas, pero la ciencia es la que evita que caigan».

Dios me libre
Director:

Carlos Henrique de Oliveira y Luis Ansorena

País:

Brasil

Año:

2021

Género:

Documental

Público:

+7