«En Palestina se sigue bordando» como resistencia al éxodo

«En Palestina se sigue bordando» como resistencia al éxodo. También en Madrid

Casa Árabe inaugura una obra colectiva de costura para conmemorar la Nakba, la expulsión de 700.000 palestinos de sus hogares en 1948

María Martínez López
Uno de los talleres de Hilos de la Diáspora.
Uno de los talleres de Hilos de la Diáspora. Foto: Casa Árabe.

A la destrucción humana y material de la Franja de Gaza, «se une la de su patrimonio cultural, con frecuencia intangible», subrayan desde Casa Árabe, en Madrid. Una de estas formas de expresión amenazadas por los bombardeos es el conocimiento y la tradición del bordado palestino o tatriz, en peligro de perderse para siempre en esta región.

Para plantar cara a este riesgo y desde el pasado martes, Casa Árabe expone la obra colectiva Hilos de la diáspora. Es el resultado de un taller homónimo de tatriz llevado a cabo a finales de 2024. Los participantes bordaron distintos retazos que forman el frontal de un vestido típico de la Franja.

De él, «salen hilos que llevan cosidos bordados que nos han enviado desde muchos lugares del mundo», explica Maysun Cheikh Ali Mediavilla, profesora y artista hispano-palestina, que ha colaborado con esta institución en el proyecto Hilos de la Diáspora y, un año antes, con otro llamado Tatriz.

77 años desplazados

La inauguración de la muestra tuvo lugar el pasado martes, con el objetivo de hacerla coincidir con la celebración de la Nakba este jueves. Cada 15 de mayo desde 1948 los palestinos conmemoran esta efeméride, que significa «catástrofe» en árabe. Tras la creación del Estado de Israel en esa fecha, y debido a la guerra que se llevaba desarrollando desde el año anterior, unas 500 ciudades fueron vaciadas. 700.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares, ya fuera por miedo a los bombardeos o expulsadas a punta de pistola.

Como el punto de cruz

El aspecto del tatriz es muy similar al del punto de cruz. «A través de estos diferentes bordados se podía conocer la región» de quien los hacía. Los diseños incluso revelaban información sobre «la clase social a la que pertenecía o el estado civil de la persona que vestía las prendas o su estado civil». Sus colores más típicos son los rojos, «con variaciones según las zonas», describe Mediavilla. Además, las distintas composiciones están acompañadas de ocres, azules, amarillos y verdes, según el estilo de cada una. Se utiliza para hacer prendas de vestir, así como pañuelos. Pero también «en dibujos, obras de arte y cartelería».

La Nakba «implicó una ruptura para el pueblo palestino a todos los niveles», relata Mediavilla. «El mapa de Palestina se rompió y los territorios que la definían históricamente fueron poco a poco desapareciendo». Ante esta realidad, el pueblo palestino «se vio obligado a mantener su identidad cultural a través de nuevos símbolos de resistencia».

Seguir bordando como lo habían hecho siempre era uno de ellos. Desde entonces, «se borda en la diáspora, se borda en los campos de refugiados y se sigue bordando en Palestina». Esta manifestación de artesanía, así como otras expresiones artísticas como el dabke, un baile folclórico, se ha convertido en «una manifestación necesaria para preservar parte de su cultura y visibilizar la razón de un pueblo milenario» frente al objetivo de la ocupación israelí, que es «invisibilizar todo lo que tenga que ver con el pueblo palestino».

Por otro lado, esta forma de costura ofrece «una práctica y un espacio de interacción protagonizado por las mujeres». Es una característica que comparte «con costumbres y prácticas artísticas similares en otras regiones del mundo árabe y del Mediterráneo». Tras su paso por Madrid, Hilos de la diáspora se expondrá en Córdoba y probablemente viaje a más lugares, asegura Mediavilla.