En María estaban sus gestos - Alfa y Omega

En María estaban sus gestos

Jueves de la 23ª semana del tiempo ordinario. Natividad de la Virgen María / Mateo 1, 18-23

Carlos Pérez Laporta
El sueño de José. Vidriera de la catedral de Chartes, Francia.

Evangelio: Mateo 1, 18-23

La generación de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros».

Comentario

Las genealogías de Jesús se nos hacen siempre largas. En parte, porque no solemos tener en la cabeza la historia de cada uno de esos nombres, por lo que no suelen significar demasiado para nosotros. En parte, también, porque la lista de nombres es larga, y se hace pesado atender uno por uno hasta llegar a Jesús. Por eso, cuando las leemos nos llenamos de impaciencia. Puede que incluso tendamos a saltarnos un par de líneas del Evangelio, buscando algo que pueda interesarnos de verdad.Pero nuestra impaciencia nos habla de la infinita paciencia de Dios. El modo en que Él conduce la historia implica todas y cada una de esas historias, la relación personal constante con cada uno de esos nombres (¡también con esa paciencia nos mira a cada uno de nosotros!). En esas historias Dios prepara la venida de Cristo con todo el cuidado y con toda la atención. Cada una de esas historias se encaminan hacia su Hijo y lo anuncian cada una a su modo, le glorifican.

Siendo así, en la Natividad de María, ¡cómo fue de cuidadoso! ¡Con qué atención no asistiría a ese momento! En María, en esa niña, estaba la carne de su Hijo amado. En María estaban sus gestos, sus rasgos, su genética. Es tal la vinculación carnal de María con Jesús que su nacimiento es para nosotros ya Evangelio, ya anticipo de Cristo antes de su nacimiento. La paciencia de Dios no era aquí como la nuestra, un puro contenerse, sino que Dios hacía sus delicias de aquel momento, deteniéndose con ternura ante cada movimiento de aquella niña.