En lo esencial, unidad - Alfa y Omega

En lo esencial, unidad

Tan distintos fueron Pedro y Pablo como cada uno de los 54 arzobispos a los que León XIV impuso el palio y abrazó con fuerza, uno a uno, para que esa promesa de unidad quedara impregnada para siempre. Entre ellos se encontraban pastores que llevan tiempo lidiando con conflictos y violencia

Eva Fernández
León XIV con Laurent Birfuoré Dabiré
Foto: Vatican Media.

San Agustín está de moda, y seguro que vendrá muy bien refrescar muchas reflexiones del Doctor de la Gracia, como la que titula esta instantánea, que refleja una de las ceremonias más solemnes de un Pontífice. El pasado domingo, fiesta de san Pedro y san Pablo, León XIV impuso el palio a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados en el ultimo año, como signo de comunión con el Obispo de Roma y de compromiso para ser instrumentos de unidad. Unidad, una palabra que para la Iglesia implica comunión, diálogo y respeto mutuo. En realidad, la frase hay que meditarla al completo: «En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad». Una vez más el santo de Hipona dando en el clavo, porque la caridad es el motor de la unidad. Palabras que encontramos en el entrelineado de la homilía de León XIV en esa jornada, cuando nos animó a fijarnos en Pedro y Pablo, dos apóstoles diferentes en sus carismas pero capaces de vivir «una fecunda armonía en la diversidad, que no anula la libertad de cada uno». 

No hay más que pararnos a verlos: Pedro, el eslabón frágil, que acabó siendo piedra angular. Pablo, en quien podemos mirarnos para comprender que Dios siempre está a la espera de nuestra conversión. Son reflejo de tantas historias personales, que pueden alcanzar una fuerza que ni imaginamos si nos empeñamos en vivir la comunión como invita el Papa: «Todos necesitamos de esa fraternidad: la Iglesia, las relaciones entre los laicos y los presbíteros, entre los presbíteros y los obispos, entre los obispos y el Papa; así como lo necesitan la vida pastoral, el diálogo ecuménico y la relación de amistad que la Iglesia desea mantener con el mundo».

Tan distintos fueron Pedro y Pablo como cada uno de los 54 arzobispos a los que León XIV impuso el palio y abrazó con fuerza, uno a uno, para que esa promesa de unidad quedara impregnada para siempre. Entre ellos se encontraban pastores que llevan tiempo lidiando con conflictos y violencia, como Laurent Birfuoré Dabiré (en la imagen), de Bobo-Dioulasso en Burkina Faso, país que ocupa el primer puesto en el ranking de terrorismo mundial. Aunque la práctica de la fe nunca había sido un motivo de ruptura, la llegada hace diez años de grupos que buscan imponer una versión extremista del islam es foco de preocupación para este arzobispo, muy apreciado entre los suyos. También recibió el palio Joseph Nguyen Nang, arzobispo de Huê, en Vietnam, religioso redentorista, quien tuvo que concluir sus estudios de Teología y Filosofía en la clandestinidad. Tras ser ordenado en 2001, su familia sufrió las represalias habituales de exclusión laboral y vigilancia constante. Sabe bien lo que supone practicar la fe sin libertad y está siendo testigo del incremento de vocaciones. En estos momentos las relaciones del Gobierno con la Santa Sede viven un acercamiento histórico decisivo, pues desde 2024 el Vaticano tiene un representante permanente en Hanói. América Latina estuvo representada por doce arzobispos —tres argentinos, dos mexicanos, cuatro venezolanos, dos guatemaltecos y un peruano—, todos ellos con gran experiencia pastoral en las regiones más pobres.

Dicen que la expresión castellana «de tal palo, tal astilla» procede del latín «qualis pater, talis filius». Pongamos en manos de Pedro y Pablo el deseo de que estos 54 y todos los que formamos parte de esta familia honremos a nuestros ancestros y consigamos que «en este mundo herido, la Iglesia sea casa y escuela de comunión». En lo esencial, unidad.