En Cabo Delgado (Mozambique) comunidades enteras se rinden al yihadismo
Desde el verano, se han intensificado los ataques y los extremistas ejercen un poder cada vez mayor. Es uno de los casos de violencia islamista que analiza el Informe de libertad religiosa en el mundo que acaba de presentar ACN
En Cabo Delgado (Mozambique) «aún no tenemos ese terrorista que entra en una iglesia con una bomba». Pero la situación «evoluciona hacia allí», alerta el misionero español Eduardo Roca desde Mahate, en Pemba, la capital. La presencia yihadista que golpea la región norte del país desde 2017 volvió a preocupar este verano. «No diría que la situación se haya agravado», matiza. Los grupos «nunca han dejado de golpear aldeas para conseguir recursos o proseguir la yihad», aunque después de los primeros años lo hacían con ataques a escala más reducida. Esos «sí se han intensificado».
En agosto atacaron en ocho distritos. A mediados de septiembre entraron por primera vez desde 2021 en Mocímboa de Praia. Y el 10 de octubre Palma volvió a sufrir un ataque después del que en 2021 dejó 800 muertos. El balance fue de un muerto y once niños secuestrados. Mozambique es uno de los ejemplos de la mutación del yihadismo incluido en el Informe de libertad religiosa en el mundo 2025, que la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés) presentó el martes pasado.
Con esta edición del informe de ACN, titulado Tu derecho, no un privilegio, se cumplen 25 años desde que la fundación pontificia comenzó a analizar la salud de la libertad religiosa. Por ello, lanza una gran campaña de incidencia a nivel mundial para llevar esta preocupación a las instituciones internacionales y a los Gobiernos democráticos. Exige que condenen y sancionen la persecución y que protejan y ayuden a las comunidades en riesgo». Los benefactores tenían el deseo de «hacer algo más para lograr una solución duradera», relata Marcela Szymanski, jefa de Incidencia Internacional. Se eligió este formato «para llevar el mensaje a los responsables políticos internacionales, cuyo deber es la protección y promoción de la dignidad humana de todos por igual». Hasta noviembre de 2026 se recogerán firmas —siempre individuales—. «Luego se entregarán a los altos responsables de la ONU». Y habrá «una estrategia de seguimiento».
La intensificación de la violencia ha hecho huir a unas 92.800 personas, que se suman a los 5.000 muertos y casi un millón de desplazados desde el inicio de la crisis. Además, los extremistas ejercen un poder cada vez mayor. Tienen puestos en las carreteras, en los que pueden exigir hacer profesión de fe musulmana «o te matan allí», describe Roca. «Controlan la provincia, incluso en Pemba no estamos seguros». Esto obstaculiza la llegada de ayuda, «ralentiza el desarrollo» y hace que muchas organizaciones se vayan.
La respuesta del Gobierno está siendo «muy defensiva, militarizada», con ayuda de soldados extranjeros. Pero «es muy difícil luchar» contra «comunidades enteras impregnadas de la narrativa yihadista», diagnostica el misionero. Recuerda que la zona es «históricamente musulmana. Al principio el islam era más tolerante». Hasta que hace 30 años comenzó a llegar desde los países árabes una agenda proselitista. «Se fueron creando a lo largo del litoral del Índico» centros Al Shabaab (Los Jóvenes), para radicalizar a este fragmento de la población, el más numeroso. Así surgió el grupo yihadista Ansar al Sunna, adherido al Estado Islámico de África Central (ISCAP por sus siglas en inglés).
«Hay otros elementos en juego, como la extracción de minerales, de rubíes, o los grandes proyectos de gas y petróleo», apunta Roca. De hecho, el atentado de Palma de 2021 paralizó la construcción de una gran terminal de gas licuado de la petrolera Total. Al principio, el conflicto se alimentó de la frustración porque «de aquí salía mucha riqueza y no repercutía en la gente». Con todo, este elemento perdió fuerza y la situación «se ha ido convirtiendo en guerra yihadista» pura y dura.
Según el informe de ACN, en 15 países el yihadismo es la principal causa de persecución de cristianos y musulmanes no radicales, y en otros diez contribuye a la discriminación. «El colapso del “califato” del Estado Islámico en 2019 no supuso su derrota definitiva», escribe Francesco Marone, del Centro Internacional para el Contraterrorismo. Las organizaciones regionales vinculadas al EI o a Al Qaeda «han sabido adecuar sus planes a reivindicaciones específicas y condiciones locales» como el vacío de poder, la pobreza o las tensiones sociales. En Oriente Medio se han convertido en células que llevan a cabo «tácticas de insurgencia». En África, se ha generado un macabro juego de letras: el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y la Provincia del Estado Islámico en el Sahel (ISSP); en África occidental Boko Haram y el Estado Islámico del África Occidental (ISWAP), con «estructuras cuasi-estatales en la Cuenca del Chad»; o las Fuerzas Democráticas Aliadas en la República Democrática del Congo.
Premio a un catequista
El informe también destaca la «resiliencia inquebrantable» de las comunidades. Roca cita a los 159 niños que hicieron la Primera Comunión el pasado domingo y el «gran esfuerzo» de las familias para llevar a la fiesta «unos boniatos o un refresco, en papel de regalo». O que en 13 años hayan pasado de una comunidad en su parroquia a siete. La gente «nos busca porque encuentran la luz de la esperanza». También ve con optimismo el testimonio de paz que supone haber formado un grupo interreligioso con musulmanes. «Requería comprender los profundos valores del islam y amarlos».
Como ejemplo de ello, ACN ha elegido para su Premio de Libertad Religiosa, que se entregará el viernes en un gran acto en la sede de la Fundación Pablo VI, al catequista de Burkina Faso Mathieu Sawadogo. Él y su mujer, Pauline, fueron destinados en Baasmere, al norte del país. En 2018 los yihadistas los secuestraron durante cuatro meses y perdieron al hijo que esperaban. Hoy siguen su labor; no en Baasmere, pues «la población se vió obligada a reubicarse», sino a las afueras en Uagadugú, la capital. Incluso allí «se recomienda precaución a todos los niveles», y en particular en los lugares de oración. «No me desanimo», asegura a Alfa y Omega. «Si pude salvarme, es porque Dios decidió que mi misión en la tierra aún no había terminado».