Cabo Delgado: terrorismo y olvido en un remoto rincón - Alfa y Omega

Cabo Delgado: terrorismo y olvido en un remoto rincón

El conflicto entre el Ejército de Mozambique y los insurgentes de Al Shabab ha sembrado de inseguridad e inestabilidad el norte del país. Desde 2017 más de un millón de personas han tenido que huir en un contexto extremo

Diego Menjíbar
Vista general del campo de reasentamiento de Megaruma, en Chiure (Cabo Delgado), donde más de 900 personas desplazadas intentan rehacer sus vidas
Vista general del campo de reasentamiento de Megaruma, en Chiure (Cabo Delgado), donde más de 900 personas desplazadas intentan rehacer sus vidas. Foto: Juan Luis Rod.

Fatima Brahima no se llama así. Ha elegido este nombre para protegerse porque tiene miedo de las consecuencias que pueda tener compartir su historia. Lo que le sucedió, sin embargo, es solamente otra más de las miles y miles de historias que la población civil de Cabo Delgado, la provincia más al norte de Mozambique, lleva viviendo desde que en 2017 los insurgentes de Ahly al Sunna wal Jama, un grupo terrorista vinculado a Estado Islámico más conocido como Al Shabab, iniciara un conflicto con el Ejército de Mozambique y sembrara el terror en este lugar olvidado del mundo y de los titulares. Cabo Delgado, o «Cabo Esquecido» —«Cabo Olvidado», en portugués—, es como se lo conoce popularmente. Y cuando uno recorre sus caminos de tierra roja y ve sus casas de barro y lonas, no le queda duda alguna del porqué.

Era el año 2020. Fatima vivía con su familia en una aldea de Mucojo, una pequeña localidad ubicada en la zona costera del norte de Mozambique que, a día de hoy, es la más afectada por los ataques de este grupo insurgente. «Un día los terroristas llegaron a nuestra aldea. Intenté huir con mi hermano, que en aquel momento tenía solo 6 meses. Yo tenía 17. Nos escondimos en el bosque, pero nos encontraron», explica con la mirada clavada en el suelo. Todo el infierno que sucedió luego duró hasta tan solo hace dos meses: a Fatima la secuestraron y la mantuvieron encerrada día y noche en una pequeña casa, viviendo con uno de esos terroristas. «Mi día a día era siempre igual: podía ir a la huerta a trabajar, muy cerca de la casa. Volvía y me encerraba en casa. Así, tres años», cuenta con su hermano, hoy de 4 años, sentado a su lado.

Desde el inicio del conflicto en 2017, más de un millón de personas han sido desplazadas internamente en la región. Los últimos datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) hablan de que 576.000 personas ya han vuelto a sus aldeas; pero no porque sea seguro, sino más bien porque la presencia del grupo ahora no se concentra en las aldeas o ciudades, sino que se han dispersado en los bosques, desde donde operan, atacan y regresan a sus posiciones.

189 mil personas se convirtieron en desplazados internos por primera vez en el primer trimestre de 2024

Fatima continua: «Éramos bastantes los secuestrados allí, decenas. Nos fuimos organizando, hartos de vivir con hambre, sed y miedo, hasta que un día decidimos escapar», relata desde un campo de desplazados de Macomia. «Nos subimos a una embarcación y llegamos a un lugar seguro donde fuimos encontrados por la Fuerzas Armadas de Ruanda». De allí fueron trasladados a Pemba, la capital de la provincia. A finales de septiembre de este año la reunificaron con su familia en Macomia, desde donde hoy cuenta su historia.

A pesar de haber caído en el olvido, el conflicto armado en Cabo Delgado está más vivo que nunca. Aunque las Fuerzas Armadas de Mozambique han sufrido la mayoría de las muertes militares al enfrentarse a Al Shabab, desde la retirada de las fuerzas de la Misión de la Comunidad de África Meridional para el Desarrollo en Mozambique (SAMIM), el ritmo de las operaciones terroristas ha aumentado en 2024. Solamente durante el primer trimestre del año actual, 189.000 personas fueron desplazadas internamente por primera vez. Sus historias hablan de violaciones, de hambre, de miedo, de decapitaciones en masa. Cientos de miles. No hace años de esto; ocurre hoy.

Fatima tuvo un hijo: «Cada noche tenía que dormir con aquel hombre. No quise esa vida para él, y por suerte, cuando escapamos, pude traerlo conmigo y hoy vive conmigo y con mi abuela aquí». Una leve sonrisa se asoma a la comisura de sus labios.