Nadia Ghulam: «En Afganistán llevamos 50 años de guerra»
«Si alguien lamenta la situación de mi país, que abra los colegios para los refugiados», asegura esta refugiada, que llegó a España hace 15 años para curarse de las heridas ocasionadas por una bomba
«Parece que hablar de guerra está de moda. Siria, Irak, ahora mi país, Afganistán… Pero nosotros llevamos 50 años en guerra». Nadia Ghulam tenía 8 años cuando su madre, una noche, después de cenar, la mandó a una habitación a esperar a que los invitados cogieran un dulce para tomar con el té. Luego ella podría lanzarse a por lo que sobrara. Estaba mirando una revista de su hermano cuando una bomba atravesó la estancia. Seis meses en coma y dos años de hospitales fueron el resultado de este ataque, provocado por una guerra civil entre líderes territoriales que no supieron cómo gobernar en ausencia de los rusos. 28 años después, Ghulam aún está en tratamiento médico y en abril tuvieron que volver a operarla para seguir estirando la piel quemada que la ha impedido crecer al ritmo del resto.
Nadia tiene 36 años y lleva 15 en Cataluña. Llegó con una ONG que la trajo para poder curar sus heridas. Su gran sueño era estudiar, y lo logró gracias a una familia de acogida. Ahora tiene una asociación que ayuda a otras mujeres y niñas en Afganistán a estudiar –con la excusa de que van a visitar a sus tíos o primos, acuden a casas alquiladas por la asociación de Nadia y allí leen libros juntas–, tarea más que necesaria con el recién estrenado régimen talibán, que a ella también le tocó vivir tras el atentado y los señores de la guerra que sembraron de miedo y violencia el país. Eso sí, sin campañas mediáticas ni smartphones de por medio, no como el nuevo régimen, que ahora «se hace pasar por progresista». Pero que las mujeres salieran a la calle a estudiar o a trabajar estaba tan prohibido antes como hoy. Por eso Nadia decidió entonces vestirse de chico, para sobrevivir. «Mi hermano murió y yo me puse su ropa para poder salir de casa y llevar algo de pan para mi familia», explicó este domingo, envuelta entre las ruinas de la iglesia de San Agustín, en Segovia, en un acto organizado por la Fundación Don Juan de Borbón, en el IV Encuentro de Mujeres Músicas María de Pablos. Adquirió un rol tan masculino que incluso al llegar a España se negaba a ser una mujer de nuevo, porque «quería ser libre».
«Si alguien lamenta la situación de mi país, que abra los colegios para los refugiados, tengan o no papeles. La educación es la única herramienta que ayuda a las personas», afirma, contundente. Así lo expresó también la semana pasada en un encuentro con parlamentarios europeos. Eso, «y que no se envíen más armas, como hacen Rusia o China para un lado, y Arabia Saudí, para otro». Porque con el régimen talibán de hace 20 años había lapidaciones o, «cuando robabas, te tiznaban la cara con carbón para avergonzarte». Pero estos días «directamente te pegan un tiro».