El viñador se enternece ante su estéril higuera - Alfa y Omega

El viñador se enternece ante su estéril higuera

3er Domingo de Cuaresma / Lucas 13, 1-9

María Teresa Comba, CRSD
'Parábola de la higuera estéril'. Jan Luyken. Grabado en la Biblia Bowyer. Museo de Bolton (Inglaterra).
Parábola de la higuera estéril. Jan Luyken. Grabado en la Biblia Bowyer. Museo de Bolton (Inglaterra). Foto: Philip Medhurst.

Evangelio: Lucas 13, 1-9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos 18 sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Comentario

Podríamos preguntarnos: ¿por qué aparece Jesús con un talante algo cortante («os digo que no») y grave («todos pereceréis») este domingo? Este texto se enmarca, dentro del Evangelio de san Lucas, en una parte en la cual Jesús va camino de Jerusalén (desde Lucas 9, 51 a Lucas 19, 28). Se compone de un conjunto de enseñanzas del Maestro sobre cómo ser discípulo. Comienza así: cuando se acercaba el día en que debía salir de este mundo, Jesús se encaminó con decisión a Jerusalén. Vemos a Jesús en camino hacia la entrega de su vida; un contexto, por lo tanto, grave.

En este contexto, de camino y de enseñanza, algunos se acercan a preguntar a Jesús por unos hechos dramáticos —el asesinato de unos galileos y el derrumbe de una torre—. No se sabe con exactitud a qué acontecimiento histórico se refieren. Pudiera ser algún acto de represión realizado en el templo de Jerusalén por Pilato, que coincidió con los sacrificios que por Pascua se realizaban allí; pero no hay acuerdo en esto.

Lo importante viene a continuación: en el Antiguo Testamento, las desgracias eran consecuencia del pecado. El mal se castigaba con enfermedades, muerte, etc. Jesús parece preocupado y contrariado porque los que le preguntan, en lugar de dirigir la mirada a sí mismos y creer en el Evangelio, la dirigen hacia otros, «más pecadores». Se alejan y protegen del cuestionamiento personal, de la responsabilidad moral ante el mundo y la historia. Jesús siente la gravedad del momento en el que vive: las injusticias y sufrimientos que existen, la necesidad de valores evangélicos de perdón, mansedumbre, generosidad. Posiblemente, parte de su disgusto venga de la mano de su preocupación por el mundo y de su amor por estas personas que le preguntaban y a las que veía tan perdidas. Quizá estaba inquieto porque sabía que la vida es breve, que hay que vivirla, aceptar el reto de la metanoia, del cambio de rumbo en dirección a Dios y a su Reino de amor y fraternidad. Por ello los avisa: «Si no os convertís, todos pereceréis». Su propuesta de salvación no es solo para los judíos; es para todos, todos están invitados a que su vida no «perezca», anestesiada o protegida del mundo.

Hasta aquí un Jesús tajante ante la posibilidad de que los que le escuchan pierdan su vida. Pero en la segunda parte va a aclarar más su propuesta. En lugar de unos serios mandamientos, les cuenta una historia: una higuera, doblemente responsable, por no dar frutos y por «perjudicar el terreno». Al necesitar muchos nutrientes del mismo, este se va empobreciendo. Un dueño de la viña, con serios motivos para cortarla, pero que no lo hace porque escucha a un trabajador; un dueño que escucha. Un viñador que no solo pide de palabra una segunda oportunidad para la higuera, sino que se compromete él mismo a trabajar para ella: cavar para que la humedad le llegue mejor y echar abono. En lugar del «ojo por ojo y diente por diente» de los que le preguntaban a Jesús en un principio, viendo en las desgracias ajenas un castigo por sus graves pecados, vemos a un viñador que se enternece ante la esterilidad de una higuera, que va a ponerse a su lado, para cuidarla y ayudarla. Esta es, por tanto, la propuesta de Jesús cuando decía: «Si no os convertís, todos pereceréis»: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré», convertíos, cambiad de dirección para acercaros a Dios, para vivir el Evangelio y vuestra vida no se perderá. ¿Aceptaremos este reto y le seguiremos?