El viaje inquieto de la fe - Alfa y Omega

Entre los mensajes de fondo lanzados por el Papa en sus primeras intervenciones de 2022, destaca el que se refiere a la relación entre la fe y el deseo en la homilía de Epifanía, un tema, por cierto, al que dedicó Benedicto XVI una magistral catequesis en 2012, el Año de la Fe. Francisco señaló que Dios nos ha hecho «amasados de deseo», orientados, como los Magos, hacia las estrellas. No es una forma poética de empezar el año, sino un criterio esencial para valorar nuestra fe, y también el camino de la Iglesia. Desear, ha explicado Francisco, «es acoger la vida como un misterio que nos supera, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá». Una mirada intensa e inteligente a la realidad, nos obliga a mirar siempre «más allá».

La fe cristiana «no es una armadura que nos enyesa», que nos blinda frente a los vaivenes de la vida. Esa sería la muerte de la fe. Por el contrario, «es un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios», que nos llama a través de las circunstancias (tantas veces oscuras) y a través de sus testigos en el mundo. La fe como parapeto, o la fe como camino. Como «lengua muerta» o como sorpresa alegre, aunque a veces incómoda, ante Jesús que llama.

Tenemos que dejarnos interrogar por las dudas, las esperanzas y deseos de las personas de nuestro tiempo, más aún, necesitamos sus preguntas. Muchos hoy, en su rebeldía y aparente desprecio, están buscando, como los Magos, una estrella a la que seguir. Y solo si perciben la fe de los cristianos como respuesta a su búsqueda, les resultará interesante. Ojalá sepamos, como Iglesia, mostrarles un camino que encienda de nuevo su esperanza.

Por otra parte, solo una fe que tiene presente el deseo del corazón humano puede ser una fe valiente, capaz de desafiar las opiniones dominantes o los diversos poderes. Y el Papa señala otro aspecto importante: el deseo, a veces aplanado, casi extinguido, solo se renueva «si recuperamos el gusto de la adoración». Necesitamos ponernos frente a Jesús en su Palabra, en los sacramentos, en la caridad, en la vida nueva de los «santos de la puerta de al lado» que nos acompañan.