El Vaticano quiere frenar el vertedero tecnológico
La Santa Sede ha firmado un acuerdo con una empresa italiana para reciclar sus desechos electrónicos a partir de una tecnología que recupera los metales preciosos, pero sin dañar al medio ambiente y con poco uso de energía
En Europa cambiamos de móvil cada dos años de media. Las lavadoras duran poco más de un lustro. Los ordenadores se ralentizan a los tres años de su compra. Ya nadie repara los objetos tecnológicos porque es más barato adquirir nuevos y, cuando empiezan a quedarse viejos, van directamente a la basura. No hay ninguna evidencia científica que avale la perversa obsolescencia programada; pero detrás de este rápido desapego de la tecnología hay también una falta de interés por conservarla, propia de nuestra cultura de usar y tirar.
Gran parte de esa montaña gigantesca de residuos electrónicos —50 millones de toneladas al año, según la ONU— será arrojada a los contenedores de basura con destino a los vertederos, a pesar de sus valiosos oro, cobre, plata, paladio y otros componentes reciclables. O, peor aún, aparecerán desguazados o abandonados en las zonas más pobres del mundo. Es imposible pensar en un cambio radical de los actuales patrones frenéticos de consumo, pero ¿qué soluciones existen para los millones de toneladas de chatarra que producimos?
millones de toneladas de residuos electrónicos se generarán en 2025, según la BIR, y el 80 % terminará en vertederos de Ghana o Nigeria
La empresa italiana Ecomet Refining, radicada en Cremona (región de Lombardía) usa una nueva tecnología para recuperar y refinar los metales de los dispositivos, sin perjudicar al medio ambiente. Los materiales se seleccionan según el peso, después se trituran y, por último, se funden. Con este sistema, único en Italia, el horno funciona a una temperatura de 1.500 ºC para evitar las dioxinas que suelen desarrollarse en las incineradoras, y se logra recuperar el 99,9 % de los valiosos metales en una forma pura. «Tres cuartas partes de estos desechos no se reciclan bien. Todos los dispositivos electrónicos tienen un porcentaje mínimo de estos componentes, pero quedan dispersos en la fase de trituración de los plásticos o se pierden en otros procesos de reciclaje», asegura el ingeniero Alberto Tosoni, padre de esta revolucionaria tecnología con la que actualmente se tratan en Italia cerca de 2.000 toneladas al año.
Hasta la nave industrial llegan desechos electrónicos de todo tipo —una vez pasó por allí la pesada batería de un submarino—, la mitad procedentes de Italia y el resto de otros países. «El año que viene estará operativa otra planta más grande en Treviglio, capaz de tratar 18.000 toneladas de desechos electrónicos al año. Pero esa cantidad solo corresponde al 5 o 10 % de la producción italiana. En la actualidad hay únicamente otras dos plantas con esta capacidad en toda Europa», asegura Tosoni, que fundó la empresa hace diez años y que ahora ha firmado un acuerdo con el Vaticano para hacerse cargo de su basura tecnológica. De momento, han recibido un envío con varias toneladas de dispositivos que ya no se usaban, en su mayoría ordenadores. «La acogida del proyecto fue realmente buena. En este momento, queremos llevarlo a todos los lugares donde la Iglesia está presente, con el fin de tener una cadena de recogida consciente de estos recursos que, de otro modo, se desperdiciarían», explica, por su parte, el abogado Mattia Gottardi, socio de la iniciativa y responsable de relaciones institucionales de Ecomet Refining.
La ONU estima que la basura tecnológica contiene entre el 6 % y el 8 % de las reservas áureas del planeta. «De una tonelada de teléfonos móviles viejos, unos 5.000 en total, se extraen más o menos entre 250 y 300 gramos de oro. Una clara ganancia si se piensa en términos de la cotización del mercado», incide Gottardi.
Tras extraer los metales más valiosos, que se pueden reciclar, por ejemplo, para artículos de moda, el resto son usados en las fundiciones de cobre o en las empresas de betún para hacer asfalto. «El concepto de recuperación que aplicamos físicamente frena la cultura del descarte que denuncia el Papa. No es cierto que haya que tirar todo lo que no se necesita», detalla el abogado. Además, se frena la contaminación del planeta. Un dato importante a la luz del estudio de la comisión de residuos electrónicos de la Oficina Internacional de Reciclaje (BIR, por sus siglas en inglés) que estima que, en 2025, se generarán 53,9 millones de toneladas de desechos de este tipo, un 30 % más que 2016.
La Unión Europea prohibió en 1989 el envío de chatarra electrónica a terceros países, pero esta práctica ilegal continúa vigente. «Es vergonzoso. La mayor concentración de desechos tecnológicos está en los países menos desarrollados, como Ghana y Nigeria. Sus cementerios de chatarra reciben en torno al 80 % del total de la basura que se produce. Luego los queman al aire libre, creando una gran nube tóxica, para extraer el cobre», lamenta Gottardi. Muchos trabajadores, niños incluidos, terminan cayendo enfermos. Y el suelo queda impregnado con plomo, cadmio y otros contaminantes perjudiciales durante años.