El Sínodo también implica a las diócesis del extrarradio - Alfa y Omega

El Sínodo también implica a las diócesis del extrarradio

El papel de la sinodalidad para promover la paz es uno de los temas que la Iglesia africana puede aportar en esta gran cita, que arrancó el martes pidiendo perdón por el trato a los migrantes

Victoria Isabel Cardiel C.
Los participantes en el Sínodo durante la primera jornada del retiro espiritual previo, el pasado lunes
Los participantes en el Sínodo durante la primera jornada del retiro espiritual previo, el pasado lunes. Foto: Angela Jelicic Krajcar.

«La Iglesia es como un gigantesco trans-atlántico que se desplaza lentamente para poder tomar una dirección segura». Así resume un alto cargo de la Secretaría General del Sínodo la lenta travesía eclesial hacia las ambiciosas metas de involucrar a todos los bautizados en las decisiones y de implementar procedimientos eficaces para prevenir abusos o malas gestiones. Un horizonte marcado en rojo por los 368 participantes de la gran cita en el Vaticano para reflexionar sobre la sinodalidad. La segunda sesión de su Asamblea General arrancó el pasado martes con una vigilia penitencial en San Pedro centrada en lo que causa «vergüenza» a la Iglesia, como los abusos sexuales, la guerra o el uso de la doctrina como una «piedra». «No podemos pensar en una Iglesia sinodal en la que no se pida perdón», resume la religiosa española María Luisa Berzosa, moderadora en una de las mesas sinodales. 

Palencia (de espaldas) junto al Papa Francisco el 13 de octubre de 2023, durante una sesión del Sínodo
Palencia (de espaldas) junto al Papa Francisco el 13 de octubre de 2023, durante una sesión del Sínodo. Foto: CNS / Lola Gómez.

En la tarde del martes, un escalofrío recorrió la basílica de San Pedro cuando un migrante que se jugó la vida en una ruta mortífera tomó la palabra en la ceremonia presidida por el Papa. Francisco quería que los padres sinodales también se hicieran cargo de este drama. «Es un pecado que no se los acoja con dignidad. Y en nuestra Iglesia también están presentes el rechazo y el miedo al extranjero; por eso el Papa nos ha invitado a pedir perdón», asegura la mexicana María de los Dolores Palencia, hermana de San José de Lyon. Esta monja está acostumbrada a curar las heridas de los que huyen de sus países, carcomidos por la violencia y la corrupción. Cuando llegan al albergue donde los atiende gratuitamente desde hace 14 años en Tierra Blanca, al sur del estado de Veracruz (México), además de exhaustos y hambrientos, «muchos han sufrido los abusos de los traficantes, tienen lesiones graves o han sido apaleados por las bandas criminales». Ella es el primer rostro amable con el que se encuentran. Y por esto el Papa la ha elegido como una de los nueve presidentes delegados del Sínodo. Este espacio de diálogo será, en su opinión, un buen escenario para reclamar que la Iglesia marque la diferencia, «se aleje de los discursos de odio» y «podamos tener por fin sociedades más hospitalarias». 

Sin enfrentamientos

Antes de la vigilia penitencial, los padres y madres sinodales participaron como el año pasado en un retiro espiritual en el Vaticano, impartido por Timothy Radcliffe, maestro general de la Orden de Predicadores desde 1992 hasta 2001, y por la abadesa del convento benedictino de Viboldone (cerca de Milán), Maria Ignazia Angelini. Radcliffe marcó el que debe ser el tono general del encuentro: «Este sínodo será un momento de gracia si nos miramos los unos a los otros con compasión y vemos a personas que están como nosotros, buscando. ¡No como a los representantes de los partidos en la Iglesia, a ese horrible cardenal conservador o a esa feminista aterradora! Sino como a los compañeros de búsqueda, heridos pero alegres».

Más de 30 de los 111 párrafos del instrumentum laboris ­—el texto que guiará los debates de estas tres semanas­— se centran en cuestiones de gobernanza eclesial. No se trata de revertir completamente la jerarquía, sino de aplanar un poco la pirámide de gobierno, para que —sin menoscabar la responsabilidad de los obispos— la cúspide esté más cerca de la base. Además, hay otras tareas para las diócesis, como desmasculinizar la Iglesia, promoviendo la participación de las mujeres en la toma de decisiones; el desarrollo de «ministerios laicos» y la rendición de cuentas, no solo financieras, sino también pastorales, a través de informes transparentes. 

Claves
  • 368 participantes totales en el Sínodo, de los cuales 96 no son obispos.
  • 53 mujeres, entre laicas y consagradas, con derecho a voto.
  • Participa el obispo nicaragüense exiliado en Roma, Rolando Álvarez, condenado por el régimen de Daniel Ortega a 26 años de prisión por «traidor de la patria».
  • También hay dos obispos chinos: Vincent Zhan, de la diócesis de Funing (en la provincia de Fujian, al sureste), y Joseph Yang, de Hangzhou (provincia de Zhejiang, también al sureste del país).
  • Los delegados fraternales de otras Iglesias cristianas, que participan en los debates del Sínodo sin derecho a voto, serán 16, frente a los doce de 2023.
  • Algunos foros estarán abiertos al público. Una novedad que surge de la petición de los participantes en el Sínodo de comprender mejor los temas sinodales.
  • El 21 de octubre todos los participantes realizarán un retiro espiritual para presentar el borrador del documento que se votará.

Estas cuestiones ya se están planteando en las distintas Iglesias locales y en cada zona geográfica han asumido la fisionomía inherente a ese territorio. Así, ¿cómo están viviendo este itinerario hacia la sinodalidad las diócesis alejadas del ámbito europeo o norteamericano? 

Desde la Red Panafricana de Teología y Pastoral Católica (PACTPAN), una comunidad muy activa de académicos y agentes pastorales, llevan varias semanas organizando debates online sobre el futuro de la Iglesia en África. En ellos ha participado el cardenal congoleño Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinsasa y participante en el Sínodo en calidad de presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar, además de miembro del grupo de cardenales que asesoran al Papa. Considerado el hombre de Francisco para África, instó a los participantes en el encuentro a ofrecer al Sínodo «un frente común a través de una voz unida». 

Ambongo ha hecho campaña para que los padres sinodales dejen de lado la polarización. «No creo que el objetivo del Sínodo consista en enfrentarnos como Iglesia de esta o aquella manera, sino definir una nueva forma de abordar los problemas», señaló en su intervención. De hecho, el Pontífice ha dejado fuera de las discusiones sinodales los temas más controvertidos, como el acompañamiento a homosexuales o la posibilidad de ordenar mujeres diáconos. En cambio, quiere poner a las periferias en el centro. Por eso la opinión de las Iglesias no occidentales es determinante. 

Las prioridades de África

En este sentido, las cuestiones de transparencia o la manera de entender el poder en la Iglesia no están entre las prioridades del continente africano. En cambio, uno de los temas que pretenden llevar a las mesas de esta segunda fase del Sínodo es la perspectiva de la «justicia, la paz y la reconciliación», asegura la monja Marie Sidonie Oyembo Vandji, de Gabón y religiosa de la Congregación de la Inmaculada Concepción. Es consultora del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, formó parte de la asamblea continental africana en Adís Abeba (Etiopía) en marzo de 2023, de la que salió el documento que entregaron a la Secretaría General del Sínodo para elaborar el instrumentum laboris de la primera sesión; si bien no participará en las sesiones sinodales. 

Mujeres africanas durante la Asamblea Sinodal Continental de África, en marzo de 2023
Mujeres africanas durante la Asamblea Sinodal Continental de África, en marzo de 2023. Foto: synod.va.

En su apuesta por la sinodalidad como vía hacia la reconciliación, propone «integrar la enseñanza social de la Iglesia en la vida cotidiana de los africanos» como forma de abordar la pobreza, las luchas tribales o la poligamia. También enfatiza la importancia del empoderamiento femenino como herramienta para que la «sociedad y las comunidades funcionen mejor», o el objetivo de lograr «revertir el estereotipo de que África es pobre y no tiene recursos teológicos o dones intelectuales». Según denuncia, esta imagen está muchas veces presente «en los debates eclesiales». El «clericalismo», como sucede en las diócesis occidentales, es otro lastre que impiden avanzar a la Iglesia africana. Pero en no pocas ocasiones, matiza, la responsabilidad es de los laicos que, si bien tienen un papel relevante como catequistas o agentes de pastoral en sus comunidades, «elevan al obispo o al sacerdote por encima de los demás».