El Sínodo pide más presencia de mujeres y menos clericalizar a los laicos
El documento de síntesis deja abierta la cuestión del diaconado femenino y plantea hacer accesible el lenguaje litúrgico
El documento de síntesis de la Asamblea General del Sínodo, emanado de los trabajos de la asamblea sinodal y presentado el pasado sábado, constituye un análisis sobre el estado de la Iglesia traducido en una serie de propuestas. Es el resultado de los «elementos principales surgidos en el diálogo, la oración y el debate que han caracterizado estos días», desde el pasado 4 de octubre cuando comenzó el encuentro sinodal en Roma. Este resultado es el sustrato sobre el que la Iglesia caminará durante este próximo año hasta la Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2024, cuando las cuestiones abiertas tendrán que cerrarse y las ideas, concretarse.
La Iglesia está aprendiendo «el estilo de la sinodalidad y buscando las mejores formas para llevarla a cabo», reza el documento que la asamblea sinodal hizo público el 28 de octubre pasadas las 21:30 de la noche. Los padres y madres sinodales saben «que sinodalidad es un término desconocido para muchos miembros del pueblo de Dios, lo que suscita confusión y preocupación en algunos». Esos «algunos» «temen verse obligados a cambiar; otros temen que nada cambie y que haya muy poco valor para seguir el ritmo de la Tradición viviente. Algunas reticencias y oposiciones ocultan también el miedo a perder el poder y los privilegios que de este se derivan».
El texto consta de 336 puntos divididos en tres partes tituladas: «El rostro de la Iglesia sinodal»; «Todos discípulos, todos misioneros» y «Tejer lazos, construir comunidad». En ellos se abordan cuestiones como la liturgia, el papel de la mujer, la doctrina social de la Iglesia, la acogida, el celibato… Un proceso que «ha renovado nuestra experiencia y nuestro deseo de que la casa sea familia de Dios», aseguran por escrito los 464 miembros que han participado en la asamblea sinodal. En consecuencia, indican que el deseo es «una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática y más relacional».
La mujer «como problema»
La presencia mayor de mujeres en la Asamblea General y el hecho de que hayan podido votar se ha dejado notar en las recomendaciones. Hay una indicación clara, que tiene que ver con el lenguaje, y que supondría subsanar la concepción de la participación de la mujer en la Iglesia: «La Asamblea pide evitar repetir el error de hablar de las mujeres como una “cuestión” o un “problema”».
El Sínodo reconoce que las mujeres son mayoría en la Iglesia desde las mismas parroquias de base y que además suelen ser las evangelizadoras en la familia. Por ello, es necesario dar valor a esta contribución con «mayores responsabilidades pastorales en todas los ámbitos de la vida y la misión de la Iglesia». Y una buena forma de empezar es pagar a las consagradas lo que les corresponde por el trabajo que realizan, «ya que están consideradas muchas veces como mano de obra barata», expone el documento.
El diaconado femenino
En esta articulación de la presencia mayor de las mujeres en los más diversos ámbitos, aparece nuevamente la cuestión del diaconado femenino. El documento deja abierta la cuestión, para la que recomienda «una reflexión más profunda» cifrada en «una investigación teológica y pastoral» cuyos resultados «tendrían que presentarse en la próxima sesión de la asamblea».
«Se han expresado diferentes posiciones respecto del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Algunos consideran que este paso sería inaceptable porque va en discontinuidad con la Tradición. Para otros, sin embargo, conceder a las mujeres el acceso al diaconado restauraría una práctica de la Iglesia primitiva. Otros más ven en este pasaje una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos, fiel a la Tradición y capaz de encontrar eco en el corazón de tantos que buscan vitalidad y energía renovadas en la Iglesia. Algunos expresan el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica», por lo que «al aceptarla la Iglesia se alinearía con el espíritu de la época», señala el texto.
Liturgia y estilo celebrativo
El Sínodo solicita que, «si la Eucaristía da forma a la sinodalidad», tenga un estilo celebrativo y que, además, la liturgia se comprenda: «Se ha señalado que el lenguaje litúrgico tiene que hacerse más accesible a los fieles y más encarnado en la diversidad de las culturas».
Los pobres en la Iglesia y pagar el justo salario
El Sínodo conviene que los pobres «son protagonistas en el camino de la Iglesia». Pero advierte de que no se puede hacer una distinción entre «ellos» y «nosotros» como si fueran «objeto» de la caridad de la Iglesia cuando están en el centro de ella y de ellos se ha de aprender. Un apunte interesante en este apartado es el del justo salario: «La Iglesia tiene que ser honesta al examinar cómo respeta las exigencias de justicia de cara a aquellos que trabajan en sus instituciones, para dar testimonio con la propia coherencia». De ahí que el documento sentencie que «la doctrina social de la Iglesia es un recurso poco conocido al que se ha de volver».
Acoger y acompañar empezando por el lenguaje
«Es necesaria una renovada atención a la cuestión del lenguaje que usamos para hablar a las mentes y corazones de las personas en una gran variedad de contextos de modo que resulte accesible y bello», dice el Sínodo. Acoger comienza por las palabras que se usan. Acompañar, por las actitudes que se tienen con respecto a aquellos que «son o se sienten heridos o maltratados por parte de la Iglesia»: «De diferentes maneras, también las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia, por su situación conyugal, identidad y sexualidad, piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad». «La asamblea reafirma que los cristianos no pueden faltar al respeto de la dignidad de ninguna persona», sentencia el texto.
Los laicos
Por primera vez los laicos han tenido no solo voz, sino también voto. Sobre ellos ha reflexionado largo y tendido el Sínodo desde que iniciara su andadura un 9 de octubre de 2021. Escribe la asamblea que «ellos son los que contribuyen de forma vital a realizar la misión de la Iglesia en las situaciones cotidianas». Por eso, indican que es necesario valorar su contribución más allá de considerarlos como sustitutos de los sacerdotes cuando estos no están, «con el riesgo de que el carácter propiamente laical de su apostolado venga disminuido».
En otros contextos, puede suceder que los sacerdotes lo hagan todo y los carismas y ministerios de los laicos sean ignorados o infrautilizados. También existe el peligro, expresado por muchos en la asamblea, de «clericalizar» a los laicos, creando una especie de élite laica que perpetúa las desigualdades y divisiones entre el Pueblo de Dios.
Celibato
Sobre la cuestión del celibato sacerdotal, tan comentada, el documento se limita a asegurar que «es un tema que no es nuevo y sobre el que se necesitará volver». Al mismo tiempo asegura que «todos aprecian su valor lleno de profecía y de testimonio de conformidad con Cristo; algunos se preguntan si su conveniencia teológica con el ministerio presbiteral debe necesariamente traducirse en una obligación disciplinaria en la Iglesia latina, especialmente donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil».