El Sínodo de los Obispos sobre la Palabra invita a volver la vista sobre lo esencial. Inseparable unidad entre Escritura y Tradición - Alfa y Omega

El Sínodo de los Obispos sobre la Palabra invita a volver la vista sobre lo esencial. Inseparable unidad entre Escritura y Tradición

En una sociedad ávida de información de última hora, las noticias que llegan sobre el Sínodo de los Obispos pueden llegar a parecer exóticas. En medio de una terrible crisis financiera, cuatrocientos cardenales, obispos, así como expertos, auditores y delegados de otras Comunidades cristianas discuten, durante 21 días, sobre la Palabra de Dios. Aún más: afirman, como explicó Benedicto XVI en el primer día de sesiones de trabajo, que concluirán el 26 de octubre, que el Sínodo, en realidad, está discutiendo sobre lo que de verdad es importante: «Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos: este dinero desaparece, no es nada. Y así todas estas cosas, que parecen la verdadera realidad con la que contar, y que son realidades de segundo orden»

Jesús Colina. Roma
Celebración eucarística de comienzo del Sínodo, en la basílica romana de San Pablo extramuros.

El Sínodo de los Obispos del mundo sobre La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, tras sus primeros días de congregaciones, es quizá el más sereno desde que comenzaron a celebrarse estas cumbres eclesiales a partir del Concilio Vaticano II. Atrás han quedado debates sobre cuestiones ideológicas o incluso políticas, que en décadas pasadas provocaron profundas divisiones en la Iglesia. Lo que están haciendo los padres sinodales es poner los cimientos para la Iglesia de las próximas décadas siguiendo un modelo: el de los primeros cristianos. Benedicto XVI sigue atentamente las discusiones, respetando escrupulosamente la metodología sinodal.

¿Cómo eran esas primeras comunidades que cambiaron definitivamente el rumbo de la historia de la humanidad? Ante todo, vivían concentradas en el centro del mensaje cristiano: la Eucaristía y la Palabra de Dios, que se convierten de nuevo en los pilares de la Iglesia del tercer milenio. En realidad, este Sínodo, como se puede ver en lluvia de intervenciones en el aula, continúa con un camino de renovación que había comenzado Juan Pablo II al convocar el gran Jubileo del año 2000, y que luego ha seguido Benedicto XVI al presidir el anterior Sínodo sobre la Eucaristía.

La Palabra, mucho más que la Biblia

Cobra entonces mayor interés la pregunta sobre cómo es, entonces, la Iglesia que quieren los padres sinodales. En este sentido, el sínodo está aclarando uno de los malentendidos más graves de las últimas décadas. La Palabra es mucho más que la Biblia. De hecho, el cristianismo no es una religión del libro. Para los cristianos, dijo el cardenal William Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una intervención que ha sentado los fundamentos doctrinales de la Asamblea, «existe una inseparable unidad entre la Sagrada Escritura y la Tradición, ya que ambas proceden de una misma fuente». Y añadió: «La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, para que, con la luz del Espíritu de la verdad, la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación».

Preocupación por las homilías

Aclarado este malentendido, muchos de los padres sinodales se han concentrado en afrontar una de sus mayores preocupaciones: la manera en que se predica la Palabra de Dios hoy en la Iglesia. En este sentido, muchos participantes han coincidido en manifestar su preocupación por el bajo nivel de las homilías predicadas por los sacerdotes en la celebración eucarística, momento privilegiado para enseñar y hacer vivir la Palabra. El mismo relator general, el cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Quebec, comenzó el debate denunciando la insatisfacción de los fieles que «explica en parte la salida de muchos católicos hacia otros grupos religiosos».

Los padres sinodales, durante una de las sesiones del Sínodo.

La necesidad de formar a los seminaristas y sacerdotes en la predicación es, sin duda, una de las propuestas más repetidas, pidiendo, por ejemplo, que se prepare un Directorio General Homilético, que les sirva de ayuda y guía. Monseñor Ricardo Blázquez Pérez, obispo de Bilbao y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, dedicó totalmente a la homilía su intervención, hablando de ella como «uno de los servicios más importantes que pueden prestar el obispo y el presbítero». El prelado propuso que la homilía se prepare en oración, a partir de, al menos, tres preguntas: «¿Qué dicen las lecturas que serán proclamadas en la celebración? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo yo, como pastor que presidiré la celebración, comunicar a los participantes en la Eucaristía, teniendo en cuenta las circunstancias en que se desarrolla la vida de la comunidad?».

Predicar con el testimonio

Ahora bien, los mismos participantes en la Asamblea han reconocido que de nada sirve la mejor técnica oratoria si después la vida del que predica, obispo, sacerdote o diácono, no está acompañada por las obras. La Iglesia necesita maestros, pero quienes convencen son los testigos, han repetido varios padres sinodales. Y es que la Palabra, como la Biblia —han insistido, utilizando una famosa expresión de Benedicto XVI—, no es sólo informativa, es también performativa. Es decir, no sólo enseña, sino que modela y cambia la vida de quien se acerca a ella. «La Palabra de Dios va escuchada atentamente, estudiada con asiduidad, predicada a tiempo y a destiempo, pero, sobre todo, la Palabra va vivida, hecha», explicó otro español, el ministro general de la Orden franciscana de los Frailes Menores, el padre José Rodríguez Carballo. «Sólo así la Palabra será realmente la primera fuente de espiritualidad cristiana y religiosa».

Catequesis

Ahora bien, la homilía apenas significan para los fieles diez minutos a la semana. La clave, por tanto, para que los fieles descubran la Palabra no puede reducirse, por tanto, a ella. En este sentido, la Asamblea está prestando particular atención a la catequesis, que no sólo debe contemplar espacios para conocer la Biblia, sino que debe basarse en todas y cada una de sus etapas en las Escrituras. Varios padres sinodales, especialmente los que proceden de África e Iberoamérica, han constatado que el crecimiento de la Iglesia en estas áreas, donde vive una auténtica primavera, se debe sobre todo a la fidelidad y heroísmo de sus catequistas.

Persecución

Pero el sínodo no consiste sólo en hacer planes de futuro. El Sínodo es también compartir la vida de la Iglesia de los cinco continentes. Los participantes han llegado a derramar lágrimas al escuchar testimonios sobre el amor a la Biblia entre los cristianos indios, que están sufriendo en estos momentos una atroz persecución. Han palpitado al mismo ritmo, por ejemplo, del arzobispo Fouad Twal, Patriarca latino de Jerusalén, quien mostró cómo la interpretación política del Antiguo Testamento en medio del conflicto entre israelíes y palestinos afecta incluso a sus mismos fieles. Los obispos se han estremecido con los llamamientos de numerosos obispos, especialmente en África y Asia, cuyos fieles no tienen los pocos euros que cuesta un volumen, o simplemente nunca podrán leer la Palabra de Dios porque no está traducida a su idioma.

Vivimos de la Palabra de Dios

Monseñor Joseph Mukasa Zuza, obispo de Mzuzu (Malawi):

Nuestras pequeñas comunidades cristianas dependen de la Palabra de Dios y viven de ella, pues celebran la Eucaristía sólo una vez al mes, y en ocasiones hasta una vez cada tres o más meses. Ellas viven de la Palabra de Dios.

Monseñor Antons Justs, obispo de Jelgava (Letonia):

Recuerdo a nuestro sacerdote Viktors, que fue arrestado porque tenía la Santa Biblia. Los agentes tiraron al suelo las Sagradas Escrituras y ordenaron al sacerdote que las pisara. Él se negó, y se arrodilló a besar el libro. Por este gesto fue condenado a diez años de trabajos forzados en Siberia. Cuando regresó, volvió a su parroquia y celebró la Santa Misa. Al leer el Evangelio, alzó el leccionario y dijo: ¡La Palabra de Dios! La gente lloró y dio gracias a Dios.

Monseñor Thomas Menamparampil, arzobispo de Guwahati (India):

En Asia, los instrumentos de comunicación popular se utilizan hábilmente para contar las historias de la Biblia. En los pueblos más remotos, la gente se reúne alrededor de la Palabra de Dios con gran devoción. La vida de oración, tanto en la liturgia como en otras circunstancias, se enriquece con la lectura de la Biblia, que además constituye una fuerte motivación para el apostolado.

Monseñor Ernest Putney, obispo de Townsville (Australia):

En Oceanía, la Palabra de Dios llegó con los primeros europeos que se establecieron en esas islas. La Iglesia creció y floreció, pero ahora la Palabra a menudo encuentra dificultades para ser escuchada en una cultura indiferente. No obstante, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, durante una gloriosa semana, las calles de la secularizada Sídney se llenaron de expresivos signos de la presencia de Dios, y la resistencia de su cultura se desmoronó ante el poder del Espíritu Santo presente en los rostros y las voces de 200.000 jóvenes.

Cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Quebec (Canadá):

En América, la vida de fe y el ímpetu misionero de los cristianos se han visto profundamente afectados por la secularización, el pluralismo religioso, el aumento de sectas y los ataques contra la vida humana y la familia. A ello deben añadirse las dificultades internas de la Iglesia concernientes a la transmisión de la fe dentro de la familia y las deficiencias de la formación catequística. Debemos hacer frente al grande desafío de la transmisión de la fe en la Palabra de Dios en la actualidad.