El signo de la cruz
Lunes de la 6ª semana del tiempo ordinario / Marcos 8, 11-13
Evangelio: Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Comentario
Después de ofrecer el signo desproporcionado de la multiplicación de los panes y los peces, los fariseos «se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo». La dureza de Jesús es insoslayable: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». En otros momentos, al menos, responderá con el signo de Jonás, con el signo de su predicación profética.
Incluso «el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase» (primera lectura): porque pese a haber matado a Abel, Caín se había sometido a Dios y le había confiado su vida y su pecado: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará» (primera lectura). La señal con la es marcado es la pertenencia a Dios. Será Cristo quien muera por su pecado. La señal es la cruz.
Sin embargo, parece que ahora estos fariseos han colmado su paciencia, porque «los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla». Se marcha, porque su rechazo de Jesús inutiliza sus signos, y corre el riesgo de despreciar su sangre. Quien no se confía a Dios, quien ni siquiera permite que el signo de la cruz cargue con los propios pecados corre el riesgo de alejar su salvación.