El San Pedro de Rafael sale de su escondite vaticano - Alfa y Omega

El San Pedro de Rafael sale de su escondite vaticano

Los Museos Vaticanos exponen el San Pedro recientemente restaurado y hasta ahora no accesible al público, tras haberse constatado que fue completado por Rafael Sanzio

Victoria Isabel Cardiel C.
‘San Pedro’, de Rafael Sanzio. A la derecha: ‘San Pablo’, de fray Bartolomeo. Fotos: Governatorato SCV – Direzione dei Musei

Rafael Sanzio revolucionó las artes de su tiempo con una nueva aproximación a la belleza y a la perspectiva que perduraría en la pintura occidental durante los cuatro siglos posteriores. Hijo de un pintor de la corte en Urbino, sus primeros juguetes fueron los lienzos, colores y pinceles que pululaban por el taller de su padre. Fue, como suele decirse, un niño prodigio. Tenía mucho talento para el dibujo y estaba dotado de un carácter afable, con grandes dotes para las relaciones sociales. Nunca decía que no a los encargos y siempre cumplía los plazos. Sabía, además, adaptarse a la perfección a los gustos de sus clientes, lo que le granjeó la admiración de los mejores mecenas, incluso dentro de la corte pontificia. Cuando el Papa Julio II le encargó la colosal tarea de decorar las estancias vaticanas tenía tan solo 25 años. Pero eso no le impidió pintar una de sus obras más sublimes, La escuela de Atenas. Rafael falleció doce años más tarde de su llegada a Roma, el mismo día en el que cumplía 37 años.

Para rendirle homenaje en el quinto centenario de su muerte, previsto para 2020 pero aplazado por la pandemia, los Museos Vaticanos expondrán hasta el próximo 9 de enero en la Pinacoteca el cuadro de San Pedro, después de constatarse que la obra fue terminada por él. La monumental figura del apóstol sobre el que Jesús decidió edificar su Iglesia, vestido con una túnica azul intenso y ocre, parece mirar a su vecino, San Pablo, obra del pintor florentino y monje dominico fray Bartolomeo, menos destacado en los libros de historia del arte. Ambas obras, que han sido recientemente restauradas, no han sido nunca expuestas al público, ya que se encontraban en una sala privada del Palacio Apostólico.

Por una crisis artística

Hasta hace poco se atribuía la pintura de san Pedro a fray Bartolomeo, pero los análisis científicos y los documentos históricos han descartado definitivamente esta hipótesis. Tal y como señala el historiador Giorgio Vasari en una de las biografías dedicadas al artista de Urbino, fue Rafael el autor final del cuadro. El pintor de la Orden de Predicadores solo pudo terminar el San Pablo, ya que le sobrevino una crisis artística provocada por una enfermedad. Murió en 1517 y el San Pedro cayó en manos de Rafael. «Encontramos en la obra una apertura creativa sin paragón, un toque de pintura abierta sobre la mano y la cara que marcan la diferencia. Rafael, como genio que era, realiza un desarrollo casi profético adelantando lo que será la pintura de los siglos venideros», asegura Guido Cornini, del departamento de Arte de los siglos XV-XVI de los Museos Vaticanos. En efecto, el trazo de Rafael en ese cuadro es vibrante y desprende una impresión de realidad casi tangible.

La muestra Los santos Pedro y Pablo de Rafael y el hermano Bartolomé. Un homenaje a los patronos de Roma expone en paralelo algunos de los cartones con los dibujos preparatorios para la realización de estos cuadros, que hasta ahora estaban conservados en la Galería de los Uffizi de Florencia. Los bocetos, ese primer esqueleto impreso en carboncillo y lápiz negro, permiten seguir la huella oculta de los pintores, como por ejemplo el estudio previo de la composición o la distribución de las luces y las sombras.

Las celebraciones por el quinto aniversario de la muerte de Rafael han impulsado la puesta a punto de algunas de las obras que se conservan en las colecciones papales. Desde junio de 2020 se puede ver en todo su esplendor la Sala de Constantino, la mayor de las Estancias de Rafael. Una restauración que trajo consigo el hallazgo de que Rafael pintó personalmente al óleo dos de las virtudes representadas: Iustitia y Comitas. Además, en la pinacoteca vaticana pueden verse algunos de sus mejores óleos, incluido el último: La transfiguración, instalada junto a su lecho de muerte.