El sábado se hizo para el hombre
Martes de la 2ª semana del tiempo ordinario / Marcos 2, 23-28
Evangelio: Marcos 2, 23-28
Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
Comentario
En la Escritura el sábado es el día en que Dios descansó de la creación: «Bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho» (Gn 2, 3). El verbo que usa el Génesis es el mismo para cesar de hacer y descansar: shabbat, de dónde procede nuestra palabra sábado. ¿Cómo lo interpretaron los judíos? Debían imitar a Dios y cesar en toda actividad, obligándose a descansar. Era un día santificado por Dios, que le pertenecía por entero; por ello, el hombre no podía apropiarse de él con su trabajo.
Sin embargo, Jesús cambia esa interpretación: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado». Dios, así, no habría descansado. Él no tiene necesidad de descansar y tampoco necesita el descanso del hombre. Pero el sábado fue hecho para el hombre. Era el hombre el que necesitaba descansar en el descanso de Dios. El sábado pertenece al hombre. Dios hizo el sábado para el hombre, para que pudiera entrar en su descanso. Para que pudiera descansar en Dios. No se trataba de imitar a Dios, sino de encontrarse con Él. Él era el sentido de los días, el sentido de la historia y de la creación.
Y cuando por el pecado fue expulsado del lugar de su descanso, el hombre vivió condenado al cansancio: no podía conocer su sentido. Hasta que el Hijo del hombre, en el sábado santo, se hizo señor del sábado: porque venció el cansancio absurdo de la muerte llevando nuestro cuerpo a la fuente inagotable de vida. Esa es la «esperanza que tenemos delante. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús» (primera lectura).