El reto pigmeo: desarrollarse y conservar su cultura
El Premio Mundo Negro reconoce a dos asociaciones baka de Camerún. Necesitan adaptarse a la agricultura porque «es imposible volver a la selva», afirma el presidente de una. Pero las instituciones no ayudan
El padre de Timothée Emini es pigmeo baka. Su madre, bantú. En Camerún este tipo de uniones se dan pero no son habituales «ni están aceptadas por los bantúes», que «miran con burla» a quien se casa con un pigmeo. Los cuatro grupos en los que se dividen —con 40.000 personas los baka son el mayor— son los últimos de la sociedad, la minoría indígena que hasta hace nada vivía como seminómadas cazando y recolectando en los bosques. Su paso al sedentarismo comenzó en los años 80, relata. Los empujó a ello un sacerdote, el padre Delhemme, con un discurso a favor de «acercarse al desarrollo». La tendencia se ha agudizado al multiplicarse en sus territorios tanto «las concesiones de explotación minera y forestal» como «las áreas protegidas», de forma que «ya no tienen libre acceso a los recursos naturales». Pero el desarrollo no ha terminado de llegar, ya que «no hay una conexión total» entre lo que implica y su mentalidad. «No tienen cultura agrícola».
Considerado baka, la etnia de su padre, sufrió discriminación entre los bantúes. Lejos de avergonzarlo, «creó en mí un amor incondicional por mi lado baka». Estudió Derecho Público Internacional pero, a diferencia de otros indígenas que al progresar se alejan de sus orígenes, quiere conservarlos. «Cada vez aprendo más de mi padre, que es curandero». Reivindica que «no hay otra etnia en África central que haya mantenido tantos valores como la generosidad, el respeto y la acogida». Disfruta tocando música tradicional y, casado él también con una bantú, quiere educar a su hijo de 15 meses de la misma forma.
«Es un orgullo ser fruto de un matrimonio increíble. Tengo que crear puentes». Ello implica ayudar a los baka a lograr un desarrollo respetuoso con su cultura. Por ello, se implicó en la asociación Okani, fruto del empuje de misioneros. Como responsable del área jurídica y política, el sábado recibirá en su nombre el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2024 junto a Luc Ndeloua, presidente de Abawoni, entidad similar en la zona de Mintom. Será durante el XXXVII Encuentro África, sobre Los primeros. Pueblos indígenas de África hoy.
La trayectoria de Ndeloua es bastante diferente. Vive de las tres hectáreas que cultiva —cacao, fruta, cacahuetes, yuka, plátano y boniatos— y solo estudió unos años. De hecho, apenas habla francés y responde a Alfa y Omega a través de Emini. «La gente se ha creado imágenes sobre el aspecto» de los pigmeos pero, si bien hay rasgos característicos, explica, «la morfología ha evolucionado mucho por el mestizaje y el cambio de dieta». Aunque este no ha sido per se a mejor: al salir de la selva, su alimentación se empobreció y hace unos años había bastante malnutrición.
30,97 millones.
250, en varios grandes grupos: bantúes y semibantúes, 76 %; pigmeos, 0,4 %.
«Hemos optado por un modo de vida fuertemente vinculado al bosque», defiende. Pero, al mismo tiempo, subraya que su labor a favor de los suyos pasa por «insistirles mucho sobre la necesidad de meter la cabeza» en la agricultura, a nivel individual y comunitario. «Si no, los bantúes se quedarán nuestros campos». Ambas entidades tienen proyectos para crear y registrar bosques comunitarios gestionados por las comunidades. Pero, si el cultivo les resulta ajeno, más aún la burocracia. Ya cuesta mentalizar a los indígenas para que registren a sus hijos y obtengan el carnet de identidad, por lo que es todo un reto obtener y mantener los títulos de propiedad, para que sus tierras no acaben ocupadas. Deben estar cultivadas o habitadas pero sus cabañas, los mungúlús, no cuentan como vivienda. En el caso de los bosques comunitarios, además, se les exigen informes periódicos. Adaptarse a estas exigencias sería imposible sin las asociaciones.
La otra cara de la moneda es su lucha ante instituciones que «no tienen en cuenta el contexto antropológico ni el modo de vida» baka para diseñar servicios básicos, lo que les obstaculiza el acceso. Tampoco hay «un marco jurídico vinculante que proteja sus derechos específicos», explica Emini. Él ha trabajado por una ley nacional en este sentido y forma a líderes comunitarios —a ello dedicará el dinero del premio—. También «aliento y facilito que se inscriban que forma masiva en las listas electorales» ya que «hay cero parlamentarios, alcaldes y consejeros regionales baka». Se trata de lograr «un equilibrio entre lo útil de la modernidad» y su cultura. «No podemos olvidarla», afirma su compañero. «Pero es imposible volver a la selva».
No hay bakas en la zona golpeada por la guerra desde 2017, pero la inversión de fondos públicos para «el esfuerzo bélico y la reconstrucción» les afectan en el resto del país, afirma Emini.
15 poblados bakas quedan en Mintom de 53 que había en 2001. Las autoridades solo reconocen uno.
En África se considera indígenas a los pobladores de cada zona antes de la expansión de los pueblos nilóticos y bantúes entre el segundo milenio a. C. y mitad del segundo d. C. Por ejemplo los bakas, serer, dogon y ngonis.