El reloj mudo volvió a sonar - Alfa y Omega

Lo que vivimos este 7 de marzo en el convento dominico de Mosul fue un momento histórico. A las doce del mediodía en punto el reloj del convento, mudo desde 2014, volvió a sonar en el barrio. Fue muy importante para los vecinos oír dar las horas de nuevo, como siempre las habían escuchado ellos y sus antepasados, ​​desde 1873. Ese instante marcó el final del período infernal que fue la ocupación de Mosul por parte del ISIS. Este reloj es, de hecho, parte de la historia de Mosul y un símbolo de sus vínculos con Francia. Los frailes dominicos franceses, presentes en la ciudad desde 1850, construyeron un convento en la margen derecha del Tigris y lo coronaron con un campanario. La emperatriz Eugenia, esposa del emperador francés Napoleón III, ofreció entonces un reloj. Fue el primer y el único de la ciudad. Se convirtió en un símbolo para los habitantes, que dieron al distrito el nombre de Mantaqat al Sa’a (el distrito del reloj).

En 2014 no se salvó de la destrucción de la ciudad, incluido el convento, por parte del Dáesh, y desapareció. El silencio impuesto por esta desaparición del reloj fue como un signo de la muerte del alma de la ciudad. La UNESCO, deseosa de hacerla revivir, financió la reconstrucción del convento con su campanario y su reloj. El antiguo se había fabricado en Bretaña, y en 2022 fabricó el nuevo la misma empresa.

Junto al convento se encontraba una de las mezquitas más antiguas de la ciudad, desde la cual el líder de ISIS había proclamado el nacimiento del califato. Fue el comienzo de uno de los períodos más oscuros de Irak. Destruida después por el propio ISIS, la UNESCO quiso volver a levantarla en paralelo a la reconstrucción del convento, como símbolo de la armonía de las dos comunidades, cristiana y musulmana. Un artista de Mosul ha ilustrado muy bien esta conexión con una pintura que representa el campanario y el minarete, inclinados uno hacia el otro. Así, podemos decir que el tañido del reloj marca el renacimiento de la ciudad de Mosul, un renacimiento no solo de las piedras sino sobre todo de los vínculos humanos entre las diferentes comunidades religiosas de la ciudad.