José Manuel Seda da vida a Don Juan en una sala oscura del Palacio Ducal de Venecia, o lo que es lo mismo, en la Sala Negra de los Teatros del Canal. Una pieza dirigida por Mariano de Paco y escrita por José Luis de Blas y Correa. Una idea arriesgada donde el protagonista, amado por unos y odiado por otros tantos, da voz a ese drama carcelario y pone sobre la mesa el tema de la identidad.
La obra trata de las últimas horas de nuestro Don Juan en la cárcel antes de ser ejecutado. Un presidio repleto de barro y ratas, únicos compañeros del galán. Y si bien antes fue un conquistador nuestro sevillano, ahora se presenta como un despojo con una dignidad que asombra por imperecedera y con una fortaleza que engancha. La pieza, pues, habla de eso: de la posibilidad, o no, de encarcelar a un mito.
Todos conocen de sobra el mito del Don Juan. Ahora bien, son pocos los que saben lo que sienten sus entrañas. Y es precisamente en esto en lo que se detiene la verborrea del protagonista. Repasa sus amores, su pasado, sus andanzas; para intentar recuperarse a sí mismo de su memoria. Y si en algún momento hay un asomo de culpa, la respuesta solo se encontrará al final de la obra, gritada a pleno pulmón, poco antes del fundido a negro.
Porque al final lo que defiende el mito o el personaje –ustedes tendrán que decidirlo– es que la lucha por la supervivencia es crucial. Lejos de rendirse, uno tiene que sacar fuerzas y mirar de cara a su destino. Quién se lo iba a decir a José Manuel Seda, que da vida al propio personaje en escena, es decir, es él quien se va desmenuzando, comprendiendo, odiando y hasta reconciliando. Es a eso a lo que me refería al principio con la identidad. El actor se va desdoblando entre uno y otro, actor y personaje, de forma metafórica y vibrante, con un ritmo trepidante en una atmósfera presidida por momentos por el ruido de las ratas y siempre con la oscuridad perpetua de la derrota.
Es un monólogo intenso. Quizás demasiado –añadiría–. Y esto último lo señalo como una crítica amable, pues había tanta poesía en el discurso que cuando uno se quiere dar cuenta, de pronto ha perdido el sabor de la belleza en unas cuantas reflexiones atrás; y eso –se lo imaginan– molesta. Y como monólogo que es, necesita de una precisión y de un trabajo exquisito que José Manuel Seda borda sin duda; el problema viene cuando la intensidad en ocasiones supera al propio personaje, hasta se podría decir que lo engulle.
¿Merece la pena morir por haber vivido? Esta pregunta resume a la perfección el conflicto del nuestro Don Juan, no el de Zorrilla o el de Tirso, sino del nuestro, de José Manuel Seda que se desdobla en el personaje y se funde en él a través del espejo en las últimas horas, o quizás las primeras, de la vida del mito. Porque ¿se puede encarcelar a un mito?…
★★★☆☆
Teatros del Canal
Calle Cea Bermúdez, 1
Canal
Hasta el 24 de abril