El primer paso - Alfa y Omega

El primer paso

El entusiasmo por la noticia de que la Iglesia se plantea abrir la Causa de canonización de Chesterton es una prueba de lo que significa el autor inglés para miles de personas en todo el mundo. Este primer paso hay que agradecérselo a años de trabajo de entidades, algunas muy humildes, convencidas de que nuestro mundo necesita un santo así. Sin ser quizá consciente de ello, el cardenal Bergoglio contribuyó de forma decisiva a que se diera este gran avance

María Martínez López
Don Dale Ahlquist y don Martin Thompson, en la tumba de G. K. Chesterton y de su mujer Frances, en Beaconsfield.

«Hemos esperado mucho tiempo. Es sólo el primer paso. Pero es el primer paso». El presidente de la American Chesterton Society, don Dale Ahlquist, es realista sobre la decisión del obispo de Northampton (Inglaterra) de asignar a un sacerdote la tarea de investigar si es factible abrir la Causa de canonización del escritor Gilbert K. Chesterton. El mismo señor Ahlquist hizo pública la noticia, a primeros de agosto pasado, ante 200 personas que se pusieron de pie de un salto y rompieron a aplaudir. Así lo recordaba, hace poco, en un artículo en la revista Crisis, del Sophia Institute.

No son pocos los obstáculos a los que se enfrentan quienes tienen el empeño de ver al escritor inglés elevado a los altares. Entre ellos, está el hecho de ser un converso y un apologeta, que guió hasta la Iglesia católica a muchos otros; algo no siempre bien visto en una era de relativismo religioso. También la falta de culto local en su diócesis –suplido por una admiración extendida por todo el mundo–, la dificultad de probar sus virtudes cristianas heroicas, o el hecho de que no fundara ni estuviera vinculado a ninguna realidad eclesial que promueva su Causa.

Cartas desde todo el mundo

Afortunadamente, entidades como las de estos entusiastas están dispuestas a jugar este papel, con todas sus –humildes– fuerzas. Chesterton in the Chilterns, nacida en 2002, apenas reúne a un puñado de personas en sus actividades mensuales, aunque sus congresos bienales superan el centenar. Pero, durante un tiempo, fueron el único grupo chestertoniano activo en Inglaterra, y personas de todo el mundo se dirigían a su Presidente, don Martin Thompson, preguntando por la Causa de Chesterton. Además, providencialmente, están en la diócesis de Northampton, en la que murió el autor.

En su artículo, el señor Ahlquist cuenta cómo estos compañeros ingleses, desde sus orígenes, se han reunido una y otra vez con los obispos de la diócesis para lograr que abrieran la Causa. Él mismo asistió a una reunión. Unos inicios prometedores con monseñor Kevin McDonald se frenaron en seco cuando monseñor Peter Doyle le sustituyó. Este obispo –aclara el autor– «es un hombre bueno y humilde, un párroco» que se vio convertido en obispo de una pequeña diócesis, que no tiene Delegación para las Causas de los Santos. «Sus responsabilidades ya son enormes en un país que ha estado en guerra con la Iglesia católica durante 500 años», y donde ésta sigue siendo minoritaria. Don Martin añade que el obispo «está sobrecargado de trabajo, porque es muy concienzudo y, en mi opinión, santo».

Después del cardenal Newman…

Todos sus esfuerzos se vieron reforzados, en 2010, por la visita de Benedicto XVI al Reino Unido y la beatificación del cardenal J. H. Newman. «El Papa –recuerda el señor Ahlquist– no sólo se ganó a unos medios hostiles, sino que su visita» y la beatificación suscitaron «un entusiasmo real en la Iglesia católica inglesa». También monseñor Doyle se contagió de este entusiasmo, pero no se dieron pasos reales…, hasta que volvió a llegarles la ayuda, también indirecta, del sucesor de Benedicto XVI.

Entre las muchas cartas que recibe don Martin, este año llegó una del Presidente del Núcleo Chestertoniano Argentino, don Miguel Ángel Espeche. En la misiva, fechada el 10 de marzo, le contaba que el cardenal arzobispo de Buenos Aires había aprobado una oración –de uso privado– para pedir la intercesión de Chesterton. Tres días después de escribirse esta misiva, el cardenal se convirtió en el Papa Francisco. «Esta carta –reconoce Thompson–, una consulta más sobre qué estaba pasando, me movió a pedir otra entrevista» con monseñor Doyle. Él, al ver la referencia al cardenal Bergoglio y tomar conciencia de que el interés por Chesterton no iba a desaparecer, dio permiso para hacer el anuncio de este verano.

Un santo de la Sagrada Familia

Mientras la noticia se concreta con más pasos, Ahlquist, Thompson y sus amigos seguirán caminando para demostrar que, como dijo el primero al hacer el anuncio, la Iglesia tiene, en Chesterton, un santo que necesita: «Alguien con el alma mística de san Francisco, con la mente de santo Tomás, con la visión social del Papa León XIII; alguien de entre las filas del laicado, que sea fiel a la Sagrada Familia porque conozca su oficio como san José, exalte la dignidad de la mujer como la Virgen María, y entienda que cada bebé es un don divino como el Niño Jesús».