En su Exhortación apostólica Evangelii gaudium,el Papa pone especial énfasis en la dura crítica, cuando no abierta condena, que le ha merecido siempre el actual sistema económico-financiero global: «Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar… Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común». En Río, el Papa Francisco había denunciado, ante millones de jóvenes, la nueva cultura del descarte, unida a un sistema –nos dice en la Evangelii gaudium– en el que muchos resultan, no ya explotados, sino sencillamente descartados, como desechos, como sobrantes. Y de una economía que da lugar a esta iniquidad, el Papa dice tajantemente: «Esa economía mata» (EG 53).
Ante tan definitiva condena, algunos economistas, entre los que no han faltado algunos católicos, han salido en defensa de la economía libre de mercado, a la cual, dicen, se debe la más importante disminución histórica de la pobreza en el mundo y que, por otra parte, no funciona con la absoluta autonomía que se le reprocha, sino fuertemente regulada por los poderes políticos. Pero es evidente que esas consideraciones sobre la bondad técnica del mercado no invalidan la condena papal de los males fácticos que el efectivo sistema económico global actual genera. Y, sobre todo, los economistas críticos parecen no haber advertido que, para el Papa, en el origen de la crisis financiera «hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!…, la grave carencia de una orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo» (EG 55). Y la autonomía del mercado que el Papa critica es, ante todo, la autonomía ideológica radical que pretende legitimar un mercado sin controles, sin atender a otras exigencias que las intrínsecas, autónomas, absolutas, del propio mercado. Ahí radica su mal original y originario.
El Papa no ignora las críticas de los mercaderes teóricos, académicos, a su denuncia del sistema económico global. Por eso son tan significativas algunas palabras suyas en el vuelo de regreso a Roma tras su visita a Tierra Santa: ante una de las preguntas que se le formula, el Papa recuerda cifras de paro juvenil –entre las que menciona alguna tan escandalosa como la que registra nuestra Andalucía– y vuelve a señalar el contexto en que se da ese dramático desempleo: el de un «sistema económico inhumano». Y añade: «Yo no he tenido miedo de escribir en la exhortación Evangelii gaudium: este sistema económico mata. Y lo repito».
Ante esta valiente insistencia del Papa Francisco, no puede uno dejar de pensar en el estilo pastoral que Pablo le exige a Timoteo: «Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina…» (2Tim 4, 2).