El Papa santifica a 16 monjas carmelitas asesinadas durante la Revolución Francesa - Alfa y Omega

El Papa santifica a 16 monjas carmelitas asesinadas durante la Revolución Francesa

Al pie de la guillotina, las carmelitas cantaron el tedeum, renovaron sus promesas y votos y subieron una por una a entregar la vida, como ofrenda a Cristo

Victoria Isabel Cardiel C.
Pintura que representa la ejecución de les màrtirs de Compiègne, situada dentro de la iglesia del convento de Santa Teresa de Palma
Pintura que representa la ejecución de les màrtirs de Compiègne, situada dentro de la iglesia del convento de Santa Teresa de Palma. Foto: Wikimedia Commons / Joan Gené

Francisco ha autorizado la canonización de 16 monjas carmelitas descalzas asesinadas por odio a la fe durante la Revolución francesa. Así lo decidió el pasado miércoles permitiendo la promulgación de nuevos decretos del Dicasterio para las Causas de los Santos.

La beata Teresa de San Agustín y sus 15 compañeras carmelitas, guillotinadas el 17 de julio de 1794 en París, fueron inscritas directamente en el catálogo de los santos. El Papa ha usado la llamada «canonización equipolente» al reconocer y ordenar el culto público y universal de un beato sin el procedimiento ordinario de la canonización formal, porque se ha constatado que la veneración hacia estas consagradas ha sido realizada desde tiempos antiguos y de forma continua.

Las carmelitas mártires de la ciudad gala de Compiègne fueron guillotinadas en París el 17 de julio de 1794. La historia de estas religiosas se dio a conocer con la obra Diálogos de carmelitas, escrita en 1949 por el escritor francés Georges Bernanos, donde se recrea sus asesinatos por odio a la fe. A estas mártires se las conoce también como las «teresianas», en alusión a la beata Teresa de San Agustín, priora del monasterio carmelita de Compiègne, donde se establecieron en 1641.

Las monjas, que se negaron a renunciar a sus votos monásticos, fueron llevadas de Compiègne a París. Allí fueron juzgadas bajo la acusación de «maquinar contra la República», en plena Revolución francesa. Los revolucionarios juntaron a las prisioneras en un solo recinto. Todas ellas se encomendaron a la Virgen del Carmen y acordaron retractarse del juramento revolucionario y no aceptar más imposiciones que comprometieran su fe. Cuando se solicitó que firmaran de nuevo el juramento, las carmelitas se negaron. Acto seguido, fueron acusadas de «conspiradoras contra la revolución».

Después fueron trasladadas a París para ser encerradas en la prisión de la Conciergerie, que tenía la fama de ser la antesala de la guillotina. Allí establecieron una rutina de oración conventual sin temor a ser ajusticiadas. Las monjas, incluso, se las arreglaron para celebrar a la Virgen del Carmen el 16 de julio.

Aquel fue un día glorioso en la prisión, en el que se pudo respirar algo de serena alegría y solemnidad. Pero a la mañana siguiente, el 17 de julio de 1794, las 16 carmelitas comparecieron ante el Tribunal Revolucionario, que dictó pena de muerte para todas por decapitación. Al pie de la guillotina, las carmelitas cantaron el tedeum, renovaron sus promesas y votos y subieron una por una a entregar la vida, como ofrenda a Cristo.

La ejecución tuvo lugar en la plaza de Trône-Renversé (plaza del Trono Derribado, actualmente plaza de la Nación, en París). Fueron enterradas en fosas comunes en el cementerio de Picpus.

El proceso de santificar a las 16 carmelitas lo inició en 1896 el arzobispo de París, el cardenal François-Marie-Benjamin Richard. Un paso importante se dio el 16 de diciembre de 1902, cuando el Papa León XIII declaraba venerables a las monjas. Se sucedieron los milagros, como una garantía de su santidad, y el 27 de mayo de 1905 Pío X declaraba beatas a aquellas que, «después de su expulsión, continuaron viviendo como religiosas y honrando devotamente al Sagrado Corazón». La celebración tuvo lugar el 27 de mayo de 1906.

Francisco también aprobó la beatificación del siervo de Dios Eduardo Profittlich, jesuita alemán arrestado en Estonia por los soviéticos en 1941. Tras negarse a abandonar a sus fieles, fue deportado y torturado en Rusia. Murió en prisión un año después. El sacerdote salesiano Elia Comini también será beatificado. Fue ejecutado en Italia por soldados nazis durante la Segunda Guerra Mundial, después de haber ofrecido refugio y asistir a las víctimas de la guerra.

El Santo Padre reconoció además las virtudes heroicas de los siervos de Dios Áron Márton, obispo de Alba Iulia (Rumanía), y Giuseppe Maria Leone, sacerdote italiano de la Congregación del Santísimo Redentor fallecido en 1902. Además, será considerado venerable Pierre Goursat, laico francés fundador de la Comunidad Emmanuel, asociación católica de fieles de derecho pontificio.