El Papa reconoce las virtudes heroicas de dos laicas italianas y un fraile torturado por los nazis
Plácido Cortese trabajó incansablemente para facilitar la huida de personas perseguidas por los nazis
Tres figuras marcadas por la entrega al amor de Dios, la confianza en su misericordia y la esperanza en su perdón. Así define Vatican News a Enrichetta Beltrame Quattrocchi, el hermano Plácido Cortese y Maria Cristina Cella Mocellin después de que el Papa Francisco haya reconocido sus virtudes heroicas en un decreto que los convierte en venerables siervos de Dios.
Se trata, respectivamente, de una mujer que se desvivió por su padres ancianos, un fraile menor torturado y asesinado por los nazis y una madre de familia que retrasó el tratamiento contra su cáncer para salvar la vida de su bebé.
Hija de beatos
Enrichetta Beltrame Quattrocchi era la última hija de los beatos Luigi Beltrame y María Corsini y, como sus hermanos, tenía intención de ingresar en la vida religiosa. Pero su destino era otros, según ha señalado Vatican News, su vocación era acompañar a sus ancianos padres.
Su vida estuvo marcada por varias enfermedades, dificultades económicas, pero sobre todo por la oración y la participación diaria en la Misa. En sus últimos años, se dedicó a ayudar a parejas en crisis. El amor a Dios era su razón de vivir.
Auxilio a los presos
Plácido Cortese sí llegó a profesar, en la Orden de Frailes Menores. Nació en 1907 en la actual Croacia y sirvió en la basílica de San Antonio de Padua después ordenarse sacerdote en 1930.
Durante la Segunda Guerra Mundial asistió a los internados croatas y eslovenos en los campos de concentración italianos, especialmente en Chiesanuova, cerca de Padua. Tras el armisticio de 1943, trabajó incansablemente para facilitar la huida de antiguos prisioneros aliados, pero también de personas perseguidas por los nazis, incluidos los judíos. Esto le llevó a la muerte.
El 8 de octubre de 1944 fue engañado por los alemanes y atraído fuera de la basílica de San Antonio, que se encontraba en una zona extraterritorial. Entonces, le capturaron, le llevaron al cuartel de las SS en Trieste y allí fue murió después de recibir unas duras torturas.
Retrasar el tratamiento
La última en ser declarada venerable sierva de Dios es Maria Cristina Cella Mocellin, que nació en 1969 en la provincia de Milán. Al igual que Enrichetta Beltrame, también iba para religiosa. De hecho, comenzó su discernimiento vocacional en la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora de Don Bosco. Pero después conoció a un chico, Carlos, con el que se casó después de sentirse llamada al matrimonio.
La pareja se casó, tuvo dos hijos y con el tercer embarazo reapareció un antiguo tumor del que ya se había curado cuando tenía 18 años. La joven decidió retrasar el tratamiento y, posteriormente, aceptó ser asistida con prácticas que no pusieran en riesgo la vida de su hijo. Maria Cristina terminó muriendo a los 26 años.