El Papa reclama caminos «sin presiones ni desgarros» para tener una mayor presencia de mujeres en la Iglesia
Francisco pide «caminos adecuados para que la grandeza y el papel de las mujeres sean más valorados en el pueblo de Dios»
Francisco está decidido a abrir de par en par las puertas de los órganos de decisión eclesiales a las mujeres. Lo demostró dándoles voz y voto en el Sínodo o incluyéndolas en el dicasterio del Vaticano que se ocupa de la elección de los obispos del mundo. Pero el Papa, un hombre de puentes más que de rupturas, no quiere fracturas. Por eso ha reclamado caminos «sin presiones ni desgarros» para poder contar con una mayor participación de mujeres en la Iglesia.
«La Iglesia las necesita, porque la Iglesia es mujer: es hija, esposa y madre, y ¿quién mejor que la mujer para revelarnos su rostro? Ayudémonos, sin presiones ni desgarros, sino con un atento discernimiento, dóciles a la voz del Espíritu Santo y fieles en la comunión, a encontrar caminos adecuados para que la grandeza y el papel de las mujeres sean más valorados en el pueblo de Dios», ha asegurado. Francisco ha hecho estas consideraciones durante su discurso a los participantes del congreso Mujeres en la Iglesia: artífices de humanidad que se celebra los días 7 y 8 de marzo en Roma.
El congreso se celebró por primera vez en 2022, cuando puso de relieve la figura de algunas mujeres doctoras de la Iglesia como Catalina de Siena, Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux e Hildegarda de Bingen. Este año, en cambio, la cita académica ha destacado el testimonio de santidad de diez mujeres: Josefina Bakhita, Magdalena de Jesús, Isabel Ana Seton, María de la Cruz MacKillop, Laura Montoya, Catalina Tekakwitha, Teresa de Calcuta, Rebeca de Himlaya ar-Rayyas, María Beltrame Quattrocchi y Daphrose Mukasanga.
El Pontífice ha subrayado que estas mujeres «en diferentes épocas y culturas, con estilos distintos, y con iniciativas de caridad, de educación y de oración» dieron prueba de cómo el «genio femenino» puede reflejar, en modo único, «la santidad de Dios en el mundo». En épocas en las que la mayoría de las mujeres eran excluidas de la vida social y eclesial, «el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia». Del mismo modo, ha recordado a tantas «mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio».
Asimismo, ha considerado que la época actual está «desgarrada por el odio». «La humanidad necesita sentirse amada, pero en cambio, esta se ve frecuentemente marcada por la violencia, por la guerra y las ideologías que ahogan los sentimientos más hermosos del corazón. Y es precisamente en este contexto donde la aportación femenina es más indispensable que nunca; la mujer, en efecto, sabe unir con la ternura. Santa Teresita del Niño Jesús decía que quería ser, en el corazón de la Iglesia, el amor», ha concluido.
Finalmente, el Pontífice ha lanzado un llamamiento para que se respete en todo el mundo el derecho a la formación de la mujer. «En el mundo, donde las mujeres siguen sufriendo tanta violencia, desigualdad, injusticias y maltratos —y esto resulta todavía más escandaloso si es provocado por quienes profesan la fe en el Dios “nacido de una mujer”—, hay una forma grave de discriminación, que está precisamente vinculada a la formación de la mujer», ha asegurado.
En esta línea, ha considerado que en muchos contextos «dicha formación es temida», pero ha dejado claro que el camino hacia sociedades mejores «pasa justamente por la educación de las niñas, de las adolescentes, de las jóvenes, de la que se beneficia el desarrollo humano».