El Papa pide a los padres separados no utilizar a los «hijos como rehenes»
Al inaugurar el Congreso eclesial de la diócesis de Roma, Francisco improvisó este domingo toda una catequesis sobre la familia y la misión de los padres como educadores en la fe. No faltaron advertencias sobre las «colonizaciones ideológicas que hacen tanto mal», en alusión a la ideología de género, o algunas reflexiones sobre los padres separados, a quienes pidió no utilizar a los «hijos como rehenes»
El Papa inauguró este domingo en la Plaza de San Pedro el Congreso eclesial de la diócesis de Roma, con lema este año Os transmitimos lo que hemos recibido. Nosotros, padres, testigos de la belleza de la vida. Tras el saludo del cardenal Agostino Vallini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma, el Papa improvisó un discurso en el habló sobre la responsabilidad de los padres, la educación de los hijos, denunció la ideología de género y pidió que los hijos no se conviertan en los chivos expiatorios tras la separación de los padres.
«Nuestra ciudad –dijo el Pontífice– debe renacer espiritual y moralmente, porque parece que todo es lo mismo, todo es relativo; que el Evangelio es una hermosa historia, agradable de leer, pero se queda allí, como una idea. ¡No llega al corazón! Nuestra ciudad necesita este renacimiento. Y este compromiso es muy importante cuando se trata de educar a los niños y los jóvenes, de los que sois responsables vosotros, los padres».
La misión de los padres
El Papa comenzó con una reflexión «sobre algunos simples palabras que expresan el misterio de vuestro ser padres. No sé si lograré decir todo lo que quiero, pero al menos me gustaría hablar de la vocación, la comunión y la misión», dijo.
«La primera palabra es vocación. San Pablo escribe que de Dios se deriva toda paternidad y también podemos agregar toda maternidad. Todos somos hijos, pero ser padre y madre es una llamada de Dios. Es una llamada de Dios y es una vocación. Dios es el amor eterno que se da incesantemente y nos llama a la existencia. Es un misterio, que la Providencia ha confiado, en particular, al hombre y a la mujer, llamados a amarse completamente y sin reservas, cooperando con Dios en este amor y transmitiendo la vida a sus hijos. El Señor os ha elegido para amar y transmitir la vida. Vuestros hijos, necesitan descubrir, viendo vuestra vida, que amarse es hermoso. No os olvidéis nunca de que los niños os miran siempre». «Para un hijo no hay enseñanza y testimonio más grande que ver a sus padres que se aman con ternura, se respetan, son gentiles entre ellos, se perdonan mutuamente: es lo que llena de alegría y felicidad verdadera el corazón de los hijos. Los hijos, antes de habitar una casa hecha de ladrillos, habitan en otra casa, todavía más esencial: habitan el amor recíproco de los padres».
«La diferencia hombre-mujer es una riqueza»
«La segunda palabra, el segundo pensamiento para reflexionar es comunión», prosiguió Francisco. «Ser padres se basa en la diversidad de ser, como recuerda la Biblia, varón y mujer. Esta es la primera y más fundamental diferencia, constitutiva del ser humano. Y es una riqueza. Las diferencias son riquezas», añadió, en aparente referencia a la ideología de género, a la que el Pontífice alude con mucha frecuencia. Ante las familias de Roma, Francisco volvió a denunciar las «colonizaciones ideológicas, que hacen tanto mal y destruyen una sociedad, un país».
Hombre y mujer deben aprender el uno del otro. «Nosotros, los hombres aprendemos a reconocer, a través de los personajes femeninos que encontramos en la vida, la belleza extraordinaria de que es portadora la mujer. Y las mujeres hacen un camino similar, aprendiendo de las figuras masculinas que el hombre es diferente y tiene su propia forma de sentir, de comprender, de vivir. Y esta comunión en la diversidad es también muy importante para la educación de los niños».
«Los hijos maduran viendo a papá y mamá así; maduran la propia identidad en comparación con el amor que tienen papá y mamá, en comparación con esta diferencia», afirmó el obispo de Roma.
Francisco recordó también la responsabilidad de los padres en la transmisión de la fe. «El don del matrimonio, que es tan hermoso, también tiene una misión. Una misión que es muy importante», dijo. «¡Sois colaboradores del Espíritu que os susurra las palabras de Jesús! Sedlo también para vuestros hijos! Sed misioneros de vuestros hijos. Ellos aprenderán de vuestros labios y de vuestra vida que seguir al Señor da entusiasmo, ganas de hacer cosas por los demás, siempre da esperanza, incluso frente a la dificultad y dolor, porque nunca estás solo, sino siempre con el Señor y con los hermanos».
«Tenemos que hablar de las separaciones»
El Papa no dejó de mencionar los aspectos más oscuros de la vida familiar, y aludió al problema de las separaciones familiares. «Tenemos que hablar también de esto», dijo.
«Es muy doloroso cuando una familia vive una tensión que no se puede resolver, una fractura que no se puede curar. Es doloroso. Un padre y una madre cuando ven los primeros signos, tienen el deber, por ellos mismos y por sus hijos de buscar ayuda, de obtener ayuda». Pero incluso si finalmente se produce la ruptura, los padres deben saber que la «Iglesia los lleva siempre en el corazón y que su deber educativo no se interrumpe». Y deben saber también que «vuestra tarea educativa no se interrumpe: vosotros sois y seréis siempre papá y mamá, que no pueden vivir juntos por heridas, por problemas. Por favor, buscad siempre la comprensión, la cooperación, la armonía por el bien y la felicidad de vuestros hijos».
«No usen a sus hijos como rehenes», pidió el Papa a los padres separados, a quienes conminó también a «¡nunca, nunca hablar mal del otro a los hijos! ¡Nunca! Porque ellos son las primeras víctimas de esta lucha y –permítanme la palabra- también de este odio, tantas veces, entre los dos. ¡Los hijos son sagrados! ¡No los hieran!».
El papel de los abuelos
Por último, Francisco hizo algunas alusiones «a los abuelos, que tienen la sabiduría de un pueblo, que son la memoria de un pueblo, la sabiduría de la familia… Los abuelos que salvaron la fe en muchos países en los que estaba prohibido practicar la religión y llevaban a los niños a escondidas para que los bautizaran; los abuelos que enseñan las oraciones».
VIS / Redacción