El Papa expresó, el domingo, su alegría por su viaje al Líbano, del 14 al 16 de septiembre. Sus palabras supusieron una confirmación implícita de que el conflicto en la zona no altera los planes. En 1994, la violencia obligó a Juan Pablo II a cancelar un viaje a Beirut, la capital libanesa, y la situación actual no es muy diferente, con la guerra en la vecina Siria. De hecho, en las últimas semanas, se han producido varios episodios de violencia en Beirut, entre partidarios y detractores del Gobierno sirio. Por otro lado, según Ayuda a la Iglesia Necesitada, en agosto se frustró un atentado con coche bomba, que iba a explotar junto a la casa de un diputado sunita, durante la visita del Patriarca maronita.
El objetivo de la visita del Papa es la entrega de la Exhortación post sinodal tras el Sínodo de Oriente Próximo. Los líderes católicos y ortodoxos de la región agradecen mucho este valiente gesto de Benedicto XVI, en un momento de especial dificultad para los cristianos. En Siria, se han producido varios casos de asesinatos selectivos de cristianos. Y, en agosto, fue saqueado el Arzobispado greco-católico de Aleppo, y el arzobispo y varios sacerdotes. No obstante, también muchos musulmanes han lanzado mensajes de bienvenida al Papa. El ex Primer Ministro Saad Hariri, musulmán sunita, califica el acontecimiento como «una ventana de esperanza». Y desde Hizbulá, el poderoso partido-milicia chiíta aliado de Damasco y Teherán, se han hecho llegar también mensajes de apoyo a la visita de Benedicto XVI.