El Papa León XIV define el legado de Francisco en una Misa por él
En la Eucaristía por el Papa, los cardenales y los obispos fallecidos en el último año, el Santo Padre ha agradecido el legado de Francisco y ha explicado cuándo y cuándo no es posible alabar a Dios por la muerte
Jorge Mario Bergoglio «ha vivido, presenciado y enseñado» la esperanza. Es el principal legado de Francisco, según León XIV. Junto a los ocho cardenales y 134 obispos fallecidos desde hace un año, «resplandece como estrellas en el cielo». Lo ha asegurado este lunes el Papa, durante la Misa ofrecida en sufragio por sus almas en el altar de la Cátedra de San Pedro, en la basílica del mismo nombre.
De su predecesor, el Santo Padre ha dicho en particular que «murió después de abrir la Puerta Santa e impartir a Roma y al mundo la bendición pascual». Gracias a todo ello, ha reconocido, su primera Misa como Pontífice por los pastores fallecidos «adquiere un sabor característico: el sabor de la esperanza cristiana», recoge Vatican News.

El Papa ha matizado que esta esperanza que es legado de Francisco no implica que en todos los casos se deba alabar a Dios por la muerte, como hace san Francisco de Asís en el Cántico de las criaturas, del que se está celebrando este año el octavo centenario. «No podemos y no debemos decir “alabado seas”» por la muerte «aterradora» de pequeños e inocentes, «desfigurada por el pecado». «Dios Padre no la quiere» y envió a Cristo para liberar a todos de este yugo y dar esperanza, ha subrayado.
Lo que la muerte más trágica no impide
Con todo, es esta muerte «violenta que mata al inocente y así deja desanimados, desesperados» a los demás la que sufrió Jesús y está en el centro del Evangelio que se ha leído en la celebración, el de los discípulos de Emaús. «En él se encuentra representada plásticamente la peregrinación de la esperanza, que pasa por el encuentro con Cristo resucitado».
Es gracias a ella que los cristianos no son derrotados por la muerte, ha asegurado el Pontífice. «Estamos tristes, por supuesto, cuando un ser querido nos deja. Nos escandalizamos cuando un ser humano, especialmente un niño, un pequeño, un frágil es arrancado por una enfermedad o, peor aún, por la violencia de los hombres», ha reconocido.
Ante ello, en primer lugar «como cristianos estamos llamados a llevar con Cristo el peso de estas cruces». Además, León XIV ha exhortado: «No estemos tristes como los que no tienen esperanza, porque incluso la muerte más trágica no puede impedir que nuestro Señor acoja en sus brazos a nuestra alma y transforme nuestro cuerpo mortal, incluso el más desfigurado, a imagen de su cuerpo glorioso».
Esperanza humana y esperanza pascual
Cristo, y «solo Él», puede «llevar sobre sí mismo y dentro de sí esta muerte corrupta sin ser corrompido por ella. Solo Él tiene palabras de vida eterna», que «tienen el poder de hacer arder de nuevo la fe y la esperanza en nuestros corazones».

Ello es así porque la «esperanza pascual» es muy diferente de la humana, ha añadido. Se funda «solo y totalmente en el hecho de que el Crucificado ha resucitado».
«Entonces sí, podemos cantar: “Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal”. El amor de Cristo crucificado y resucitado ha transfigurado la muerte: de enemiga la ha hecho hermana, la ha domesticado».