El Papa evangelizador - Alfa y Omega

Durante los primeros siglos del cristianismo, el apóstol Pedro y sus sucesores se dedicaban principalmente a evangelizar, como lo hacían los primeros cristianos, incluso en momentos difíciles. En sucesivas etapas históricas aparecieron distracciones económicas, políticas, e incluso bélicas, como en el larguísimo período de los Estados Pontificios, felizmente superado en 1870. Con Praedicate Evangelium Francisco retoma la tradición de Papa evangelizador, presidiendo personalmente, según el organigrama de la Curia, el Dicasterio para la Evangelización, el primero de los 17.

La primera sección del primer dicasterio se ocupa de «las cuestiones fundamentales de la evangelización y el desarrollo de un anuncio eficaz del Evangelio identificando las formas, los instrumentos y el lenguaje adecuados». En la tradición de los primeros apóstoles, observa la realidad y «promueve la evangelización mediante el discernimiento de los signos de los tiempos y el estudio de las condiciones socioeconómicas y ambientales de los destinatarios». En la tradición de los primeros cristianos encomienda esa tarea a todos los fieles: «Dado que todo miembro del pueblo de Dios, en virtud del Bautismo recibido, es discípulo misionero del Evangelio, la primera sección favorece el crecimiento de esta conciencia y responsabilidad, para que cada uno colabore eficazmente en la obra misionera en su vida cotidiana, a través de la oración, el testimonio y las obras».

El segundo departamento se orienta en la misma línea: «La tarea del Dicasterio para la Doctrina de la Fe es ayudar al Romano Pontífice y a los obispos/eparcas en el anuncio del Evangelio en todo el mundo, promoviendo y protegiendo la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral […] y también investigando una comprensión cada vez más profunda de la fe ante las nuevas cuestiones».

Novedosamente, esta reforma se dirige a todos los fieles. Y va más allá de los organigramas. Según Francisco, «las reformas en las estructuras y en lo organizativo son necesarias, sin duda; pero lo verdaderamente importante es la renovación de la mente y del corazón de las personas».