El Papa de Abrahán - Alfa y Omega

A casi 4.000 años del día en que Abrahán emprendió su viaje, inicio de la historia de la salvación, las tres grandes religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islam– se han dado cita en su ciudad natal, la antigua capital de Sumer, para revivir el grandioso ejemplo del patriarca común.

«Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos…», se lee en el diálogo de Dios con «Abrán» en el capítulo 15 del Génesis, antes de que «yo soy El-Saday» cambiase su nombre a Abrahán «porque te he constituido padre de multitud de pueblos».

Juan Pablo II, que había presidido en 1986 el primer encuentro de las grandes religiones para rezar por la paz en Asís, deseaba reunirlas de nuevo en Ur de Caldea en diciembre de 1999, a las puertas del Año Santo de la Redención. El bloqueo de Estado Unidos a Irak y la intransigencia de Saddam Hussein lo hicieron imposible.

Como alternativa simbólica, presidió en el Vaticano una celebración en recuerdo de Abrahán, «padre de todos los creyentes», el 23 de febrero del año 2000, víspera de su peregrinación al monte Sinaí.

Francisco realizó el sábado pasado aquel sueño de reunir a las tres religiones. A un tiro de piedra del majestuoso zigurat de Ur, les dijo: «Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa. Aquí escuchó la llamada de Dios, y desde aquí partió para un viaje que iba a cambiar la historia. Nosotros somos el fruto de esa llamada y de ese viaje».

Les exhortó a la responsabilidad, pues «depende de nosotros, creyentes de cada religión, transformar los instrumentos de odio en instrumentos de paz». Recordó «al mundo que la vida humana vale por lo que es, no por lo que tiene» y que las vidas «de los niños por nacer, ancianos, migrantes, hombres y mujeres de todo color y nacionalidad siempre son sagradas».

El Papa Francisco formuló en Irak una promesa común: «Desde aquí, juntos, queremos comprometernos para que se realice el sueño de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos sus hijos; y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra».