El Papa alaba la fe y la perseverancia de los fieles camboyanos
Benedicto XVI ha dirigido un vídeomensaje al Congreso nacional de la Iglesia en Camboya, en el que recuerda «la fe, el valor y la perseverancia» de los pastores y fieles católicos durante la época de los jemeres rojos, cuando miles de cristianos fueron asesinados. Durante el régimen totalitario de Pol Pot, murieron cerca de 2 millones de personas, algo más del 20 %. «Basta un millón de buenos revolucionarios para el país que nosotros construimos», decía el director comunista. Del resto, el régimen podía prescindir
Los comunistas camboyanos empezaron vaciando las ciudades, y pusieron a toda la población a cultivar la tierra en condiciones infrahumanas, sometidos a torturas y continuas ejecuciones. Así murió el obispo Joseph Chlmar Salas, en septiembre de 1977. Aunque la violencia brutal del régimen iba dirigida a toda la sociedad —por ejemplo, todas las personas con gafas eran ejecutadas, porque los líderes comunistas daban por hecho que era un intelectual—, los cristianos fueron uno de los grupos que padecieron una especial saña, e incluso a menudo fueron asesinados, crucificados en la selva. Según la agencia Ucanews, en 1970, se estima que 65.000 fieles católicos vivían en el país. En 1979, sólo quedaron cerca de 1.000.
El Congreso se ha desarrollado en Phnom Penh del 5 al 7 de enero y ha tenido como tema El Concilio Vaticano II y la Iglesia. Éste es el texto completo del mensaje de Benedicto XVI:
«Me da mucha alegría unirme a vosotros estos días con la oración y el corazón, y poder enviaros un caluroso saludo mientras os reunís en torno a vuestros pastores para celebrar el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica. Espero que la traducción en lengua camboyana de los documentos conciliares y del Catecismo que recibiréis en esta ocasión os permita comprender mejor las enseñanzas de la Iglesia y crecer en la fe.
En este Año de la fe os invito a mantener los ojos fijos en la persona de Jesucristo, que es el origen y el fin de nuestra fe, y reiterar que Él es la Buena Nueva al mundo de hoy. En Él, los ejemplos de fe que han marcado nuestra historia encuentran su luz plena. Además, recordando el tiempo de los desórdenes que precipitaron vuestro país en la oscuridad, me gustaría subrayar cómo la fe, el coraje y la perseverancia de vuestros pastores y de vuestros hermanos y hermanas cristianos, de los que muchos de ellos encontraron la muerte, es un noble testimonio rendido a la verdad del Evangelio. Y este testimonio se ha convertido en una fuerza espiritual inestimable para reconstruir la comunidad eclesial en vuestro país. Hoy, el gran número de catecúmenos y de bautismos de adultos demuestran vuestro dinamismo y son un signo feliz de la presencia activa de Dios en vosotros.
Queridos hermanos y hermanas, como el apóstol Pablo os exhorto a conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. ¡Tened la seguridad de las oraciones de vuestros hermanos y hermanas cuya sangre corrió por los arrozales! Sed levadura en la masa de la sociedad, dando testimonio del amor de Cristo hacia todos, construyendo lazos de hermandad con los miembros de otras tradiciones religiosas, y andando por los caminos de la justicia y la misericordia.
Queridos jóvenes, amigos míos, que habéis sido bautizados en estos últimos años, no olvidéis que la Iglesia es vuestra familia, ella cuenta con vosotros para dar testimonio de la vida y el amor que habéis encontrado en Jesús. Rezo por vosotros y os invito a ser discípulos generosos de Cristo.
Y vosotros, seminaristas y sacerdotes camboyanos, sois el signo de los brotes de la Iglesia que se está construyendo. Vuestra vida entregada y vuestras oraciones son fuente de esperanza, que ellas sean también una invitación a otros jóvenes a dar su vida como sacerdotes según el corazón de Dios.
Misioneros, religiosos, religiosas, laicos consagrados venidos de los cinco continentes, sed el hermoso signo de la comunión eclesial en torno a vuestros pastores para que vuestra fraternidad en la diversidad de sus carismas pueden llevar a muchas de las personas que vosotros servís y amáis con celo a reencontrar a Jesucristo. Y a todos los que buscáis a Dios, ¡perseverad y estad seguros de que Cristo os ama y os ofrece su paz!
Queridos hermanos y hermanas, pastores y fieles de Camboya, que la Virgen María, Nuestra Señora del Mekong, en su humildad y fidelidad a la voluntad del Señor, os ilumine en este Año de la fe. ¡Estad seguros de que os tengo presentes en mi oración, y con gran cariño os transmito a todos una afectuosa Bendición Apostólica!».