El Padre os quiere, porque vosotros me queréis y creéis - Alfa y Omega

El Padre os quiere, porque vosotros me queréis y creéis

Sábado de la 6ª semana de Pascua / Juan 16, 23b-28

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Juan 16, 23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.

Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.

Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».

Comentario

Las peticiones a Dios no son una protesta o una exigencia. La disputa con Dios también forma parte de la relación con Él, como nos muestra la Biblia en casos como el de Jacob, Moisés, Job, y muchos otros. Cuando reclamamos a Dios es porque hay algo que nos resulta inaceptable o inasumible, porque no entendemos que Dios permita algunas cosas. Y el Señor, que no causa los males, se deja interpelar como garante último de toda la realidad; pues, «sin Él nada de lo que existe fue hecho».

Pero se deja interpelar, para que en la discusión con Él nos abramos a una mayor confianza. Es ahí donde entran las verdaderas peticiones: al Padre no se le reclama como al Estado, en virtud de unos derechos. Al Padre se le pide en nombre de Jesús: «Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará», porque «no habéis pedido nada en mi nombre». Pedir en nombre de otro es pedir lo que otro pediría. Pedir en nombre de Jesús es atreverse a pedir al Padre lo que Jesús le pediría.

Pedir lo que Jesús pediría es confiarse al Padre en cada petición, como hizo el Hijo: «Que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Se pide la voluntad del Padre: «hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo». Es así como todo lo que pedimos en su nombre se nos da, porque lo que se nos da es la conciencia tranquila de seguir su voluntad, de que «el Padre mismo os quiere», de saberse en los planes de Dios incluso en medio de la tormenta: «pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa». Lo que pedimos, en realidad, es su Espíritu.