El obispo de Sídney pide a sus fieles oración y penitencia por los abusos sexuales - Alfa y Omega

El obispo de Sídney pide a sus fieles oración y penitencia por los abusos sexuales

Monseñor Anthony Fisher, sucesor del cardenal George Pell, ha compuesto unas reflexiones a los misterios dolorosos del rosario, que se rezaron el viernes en la catedral australiana durante una vigilia de oración con víctimas

María Martínez López
Archidiocesis de Sidney

Pocos días antes de que este lunes comenzara el juicio por abusos sexuales contra el cardenal George Pell en Melbourne, la archidiócesis de Sídney celebró el viernes una vigilia de Oración de Perdón y Reparación. El acto tuvo lugar en la catedral de Santa María, y a él asistieron el actual arzobispo y sucesor del cardenal, monseñor Anthony Fisher, y sus tres auxiliares. Había también personas afectadas por los abusos.

Monseñor Fisher aludió explícitamente en sus reflexiones a las conclusiones de la Real Comisión australiana sobre las Respuestas Institucionales al Abuso Sexual a Niños, cuyas conclusiones y recomendaciones se dieron a conocer en diciembre. Aun así, «día a día nos vemos confrontados con revelaciones impactantes», reconoció.

La fecha elegida para la vigilia del viernes fue la témpora de primavera. Antiguamente, estas fiestas litúrgicas suponían para los fieles, en cada cambio de estación, una llamada al arrepentimiento y la conversión. En Europa, solo se conservan las témporas de acción de gracias y petición de otoño, en torno al 5 de octubre.

Pero el sucesor del cardenal Pell quiso que este encuentro de oración se celebrara en la primera témpora después de que se cerrara la Real Comisión. Era, además, el primer viernes de marzo, en plena Cuaresma.

El rosario escrito por el obispo

Durante la oración, monseñor Fisher invitó a dedicar cada viernes de Cuaresma, «y quizá también después», a obras de reparación como abstenerse de comer carne, confesar e ir a Misa, participar en una Hora Santa o leer la Escritura; y ofrecerlo por las víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia.

Con motivo de la vigilia, monseñor Fisher dirigió a los fieles en el rezo de los misterios dolorosos del Rosario, con reflexiones que había escrito él mismo ad hoc vinculando el suplicio de las víctimas con la Pasión del Señor. Unas reflexiones con las que invitó a los asistentes a seguir rezando.

Primer misterio: sufrieron mientras la gente dormía

El primer misterio, la agonía en el huerto, la aplicó el obispo a cómo las víctimas sufrieron en soledad, como Cristo, mientras «sus discípulos dormían. Existe el riesgo de que los gritos de los vulnerables sigan sin escucharse», y esto agrave su aislamiento y evite su recuperación.

«La vulnerabilidad de los jóvenes y la sordera de los mayores hicieron posible en el pasado abusos terribles. Para nuestra eterna vergüenza, demasiados perpetradores eran clérigos, religiosos o trabajadores laicos de la Iglesia. Nos avergüenza y enfada el rechazo parecido al de Pilato de aquellos líderes que no respondieron. Y nos preocupa cualquier fallo sistemático que haya detrás».

Afortunadamente, «la noche aún no ha acabado. Ahora el Señor nos ha despertado, debemos elegir si seguir despiertos y acompañar a las víctimas a partir de ahora, o volver a la laxitud anterior».

Segundo misterio: heridas que sanar

«Las contusiones en el cuerpo de Jesús [en el segundo misterio, la flagelación] –continuó monseñor Fisher– nos recuerda a los que han sufrido abusos en el cuerpo y el espíritu por parte de quienes explotaron el poder que tenían sobre ellos». Esta «calamidad para nuestra comunidad» reclama un «cambio legal y cultural». Pero fue también «una crisis moral y espiritual, que demanda remedios morales y espirituales».

Por ello, además de seguir buscando la reconciliación, el obispo pide «reparación, tanto material como espiritual». Fue aquí cuando el arzobispo invitó a los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de Sídney a que, junto con él, reparen mediante la penitencia el daño causado por otros.

Tercer misterio: ridiculizados e ignorados

En el tercer misterio, la coronación de espinas, el arzobispo de Sídney recordó Jesús y las víctimas de abusos «fueron ridiculizados e ignorados». También la Iglesia ha sido, como consecuencia de ello, sometida a escrutinio y menospreciada. Ha habido mejoras y cambios, pero su credibilidad «se ha visto terriblemente dañada».

Pero no puede caer en la tentación de «ponernos a la defensiva u obsesionarse con ella misma»; sino, con la gracia de Dios, salir de esta crisis «purificada, más humilde y compasiva. Después de la poda viene el crecimiento; después de la Cruz, la Resurrección».

Un primer paso para ello es «reconocer los derechos de los niños, adultos vulnerables, indígenas, refugiados, víctimas de trata, no nacidos o los de cualquier otro modo impotentes, a ser vistos y oídos, respetados y amados».

Cuarto misterio: ayudar como el Cirineo

El cuarto misterio doloroso recuerda a Jesús cargando con la cruz. «Pocas veces la gente elige su cruz: se la imponen las circunstancias o las acciones de los demás. Rezando hoy, recordamos a los supervivientes de abusos a los que se cargó con una cruz terrible».

En este camino hacia el Calvario, los cristianos son invitados a autoexaminarse y dedicarse de forma renovada al servicio, siendo como Simón de Cirene que caminó y cargó con la cruz junto con Jesús. Y, al mismo tiempo, el obispo les animó a ser como las mujeres de Jerusalén a llorar más bien por los niños y jóvenes pasados y presentes.

Quinto misterio: todo cambia

El camino de Jesús termina con la crucifixión y la muerte en la cruz. «Todo cambia, porque Dios ha muerto por nosotros –afirmó monseñor Fisher– y nos ha ofrecido la redención por todo lo que hemos hecho y hemos dejado de hacer. Pero solo cambia si lo permitimos. Solo si nos arrepentimos de los errores pasados y abrazamos un nuevo camino».

«El mismo Jesús que fue modelo del amor más profundo y del respeto a los impotentes, dio esperanza a los pecadores», como el ladrón arrepentido. Durante la Cuaresma, insistió el arzobispo, «los cristianos debemos elegir cuál de los dos ladrones: el que en su orgullo se burló o el que tuvo la humildad de pedir a Cristo que lo redimiera».