El Niño desnudo de la Almudena
Al contemplar la talla de Nuestra Señora de la Almudena llama la atención hasta el interrogante: ¿por qué la Virgen está vestida y el Niño completamente desnudo?
Al contemplar la talla de Nuestra Señora de la Almudena, llama la atención el Niño desnudo. Mucho más llama la atención si se la compara con las tallas de la Virgen de Atocha y de Nuestra Señora de Madrid, en las que el Niño Jesús está vestido; o como también sus vestidos están tallados o esculpidos en las de: Begoña (Bilbao) y Los Reyes (Sevilla); la Virgen Blanca, de Vitoria, o la de la catedral de Toledo; la de Monserrat (Monistrol de Monserrat) o la de los Ojos Grandes (Lugo); y la de Lluc (Mallorca) o la de Guadalupe (Cáceres). De norte a sur y de este a oeste. (El Niño de la del Rocío es muy posterior a la talla de la Virgen).
Además, los Austrias auspiciaron mantos de telas ricas y bordadas sobre las imágenes que, a su vez, dentro de ellas llevan pintados sobre la escultura sus propios vestidos. Cosa distinta es otra serie de imágenes, llamadas de vestir, a las que sólo se les talla caras, manos y pies, y luego se entroncan en un armazón que sostiene las túnicas y los mantos de tela.
No obstante, el Niño de la Almudena, a quien la Virgen tiene actitud de mostrarlo, está desnudo del todo y sin nada en las manos. Igualmente el de la Virgen del Pilar en Zaragoza, Patrona de la Hispanidad, aunque éste lleva en la mano izquierda una paloma; el de la Santina de Covadonga (Cangas de Onís) –añadido a la Virgen–, aunque se le suele ver con manto de tela por encima; y el de la de Aránzazu (Oñate), imagen esculpida en piedra, Niño que lleva en su mano izquierda un fruto.
Las imágenes de la Virgen del románico y del gótico –hasta mitad del siglo XV– llevan al Niño con vestido de talla o esculpido. Las imágenes desde la segunda mitad del siglo XVI en adelante también, porque el Concilio de Trento ordenó el decoro de las imágenes en las iglesias. Pero en la segunda mitad del XV, llamado el siglo de la Encarnación, y en la primera mitad del XVI, andando el Renacimiento, fueron talladas imágenes de la Virgen con el Niño completamente desnudo con esta intención: mostrar al Niño como verdadero niño y que, siendo Hijo de Dios, y Dios, es simultáneamente Hijo de la Virgen María, y hombre. Era poner en imagen el poema latino atribuido al papa Inocencio VI: «Ave, verum Corpus natum de Maria Virgine (Salve, verdadero Cuerpo nacido de María Virgen)», que desde 1362 se fue extendiendo y divulgando en el culto eucarístico por toda la Iglesia. O el texto evangélico, que repetimos diariamente en la recitación del Ángelus: «Et Verbum caro factum est. Y el Verbo se hizo carne». Para que, al ver la imagen del Cuerpo de Cristo, admiremos con fe la encarnación del Verbo. Las señales de que había nacido el Hijo de Dios fueron la de los pañales y la del pesebre, como aparece en el evangelio de San Lucas. San Francisco de Asís se encargó de ponerlas en imagen, en Greccio, para que el Misterio entrara a todos por los ojos hasta el corazón. La señal del misterio de la Encarnación era mostrar al Niño en todo su cuerpo, que es cabalmente varón, sin pañales ni vestidito, sino tal cual. En cuerpo y alma. Para que se pueda comprender y adentrar desde los ojos hasta el espíritu el texto de la carta a los Hebreos: «Me has formado un cuerpo». La humanación de Dios.
Así, el Niño desnudo en brazos de su Madre Virgen hasta resulta un dato para fechar las imágenes de hace siglos. No sabemos cómo era la primitiva imagen de la Almudena, ni la del Pilar ni la de la Santina, que perecieron incendiadas. Pero la señal del Niño desnudo nos indica que estas actuales imágenes pudieron ser talladas entre esos cien años que van desde la mitad del XV a la del XVI. Después, muchos escultores optaron por vestir al Niño Jesús, medio desnudo, con el fin de compaginar el sentido del recato de su época con la mostración de la humanidad del Señor.
En el museo de la catedral de Madrid se pueden contemplar los trajes y las distintas coronas con que en otros tiempos se ha vestido a Nuestra Señora de la Almudena y al Niño. Pero ahora se muestra la imagen en su talla original y, por cierto, bien restaurada recientemente en el Estudio-taller de restauración, de la Fundación del Arzobispado de Madrid Nuestra Señora de la Almudena.
El Niño, pues, totalmente desnudo. Y, al ser mostrada la imagen de Nuestra Señora de la Almudena con el Niño sin vestir, podemos rezar, en el templo o en la procesión, exclamando desde la hondura de nuestro amor: ¡Salve, Señora! y, a la vez, dirigiéndonos al Hijo, sobre todo en el culto eucarístico donde está realmente su Cuerpo y ya no sólo una imagen: ¡Salve, verdadero Cuerpo nacido de la Virgen María!