Claudia Di Giovanni: «El cine abrió por primera vez las puertas del Vaticano» - Alfa y Omega

Claudia Di Giovanni: «El cine abrió por primera vez las puertas del Vaticano»

Rodrigo Moreno Quicios
Claudia Di Giovanni
Foto: CNS.

Esta italiana es la máxima responsable de la Filmoteca Vaticana, un depósito físico con más de 8.000 títulos con el que los Papas quisieron establecer un diálogo con la cultura. Aparte de conservar las cintas, salen a los lugares de vanguardia como el MoMA de Nueva York y tienen las puertas abiertas para los directores que tengan algo valioso que contar.

¿Qué es la Filmoteca Vaticana?
Nació como archivo del material filmado sobre la historia de la Iglesia y los Pontífices. Juan XXIII la instituyó en noviembre de 1959. Tuvo una gran intuición aquel año, el mismo en que anunció el Concilio Vaticano II para que la Iglesia caminara junto al hombre. Fue un tiempo de cambios debido a los medios de comunicación, pero en el que la Iglesia se mantuvo firme en su misión de evangelizar.

¿Por qué a los Papas de la época les interesaba tener un cine?
El cine siempre ha sido un tema de interés para la Iglesia, ya desde su origen. Pensemos en las primeras imágenes de un Pontífice, León XIII, en los Jardines Vaticanos en 1896. Fue cuando se abrieron por primera vez las puertas del Vaticano y dejaron entrar a una cámara para grabar a un Papa impartiendo su bendición al mundo y a aquel nuevo instrumento. El propio Pío XII consideraba el cine un instrumento privilegiado para llevar a reflexiones y transmitir un mensaje. Las películas, como obras de arte y expresión de la sensibilidad de los autores, han contribuido a lo largo de los años a poner a los espectadores frente a temáticas humanas y espirituales de gran calado. Y los Pontífices han sabido apreciar su valor. San Juan Pablo II, por ejemplo, fue a menudo espectador de la Filmoteca Vaticana.

¿Cómo ha evolucionado la filmoteca?
Al principio había un armario y un libro. El armario conservaba las películas y el libro hacía de catálogo. Después se inició un trabajo de investigación y nos documentamos sobre cómo conservar los materiales. Hemos creado una bodega con una temperatura entre 14 y 18 ºC y humedad del 35 %, siguiendo las indicaciones de la Comisión de Conservación de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF). A continuación, hemos iniciado la catalogación informática y la FIAF nos ha reconocido como miembro de pleno derecho. Es un reconocimiento a un trabajo oculto pero constante, llevado adelante con profesionalidad y pasión.

¿Desarrolla hoy la filmoteca la misma función que en el pasado?
Su función es la misma: conservar el material y dialogar con el mundo del cine. A lo largo de estos años hemos llevado los materiales de la Filmoteca Vaticana por el mundo, participando en el MoMA de Nueva York, en el Festival de Cine Espiritual de Cataluña, el Festival de Cine Mudo de Pordenone, el Festival de Cine Espiritual de Bogotá… Y hemos organizado a menudo encuentros con estudiantes para hacerles conocer la historia del Concilio y de la Iglesia.

¿Cómo ha contribuido al diálogo con el mundo de la cultura?
El cine es cultura desde siempre y por parte de la Filmoteca Vaticana hay una actitud de acogida de todas las facetas que componen como una delicada filigrana la base de la sensibilidad humana. No solo el cine católico, sino el cine que habla del alma, que transmite la sensibilidad, la búsqueda de lo trascendente, el descubrimiento de Dios y del hombre. El cine es una gran ventana al mundo que nos permite mirar muchas realidades distantes de la nuestra, pero no por eso menos importantes. Nos ayuda a entender con el poder de la imagen y el desarrollo de una historia a quienes son diferentes a nosotros. Es así como el cine se hace cultura.

¿Qué tipo de películas se proyectan habitualmente en su sala?
Normalmente son los directores los que piden proyectar sus películas con nosotros para dar a conocer su trabajo. Estamos abiertos a esa oportunidad de enriquecimiento. Se trata sobre todo de películas con una gran calidad de contenido y artística, que investigan sobre el ser humano más allá de las fronteras geográficas, culturales y religiosas. Que narran miedos y aspiraciones y proponen preguntas al espectador. Si la película no termina solo con la palabra «fin», nos la llevamos fuera de la sala y seguimos hablando de ella, y entonces es que su valor y su mensaje han llegado a nuestra alma.