«El mundo os necesita»
Miles de familias llenaron por séptimo año consecutivo el centro de Madrid, en la Fiesta de la Sagrada Familia. Este año, la celebración tuvo un marcado carácter misionero. En medio de tantas situaciones dolorosas como existen hoy, «dar testimonio del Evangelio de la alegría con obras y palabras es tarea y urgencia primordial de la familia cristiana», dijo el cardenal Rouco. El arzobispo de Madrid bendijo además a 140 familias que, en Roma, el Papa enviará el próximo 1 de febrero en misión ad gentes a países como China, la India o Mongolia
Unas quinientas mil personas, cifra algo superior a la de 2012, llenaron, por séptimo año consecutivo, el centro de Madrid. «Hoy, fiesta de la Sagrada Familia, es día para anunciar de nuevo al mundo el Evangelio de la alegría: ¡la alegría del Evangelio de la familia!», resumió el cardenal Rouco, al comienzo de su homilía, el sentido de esta celebración.
Concelebraron con él, en la plaza de Colón, los cardenales Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, y Amigo, arzobispo emérito de Sevilla; el nuncio, monseñor Fratini; el nuncio en Kazajistán, el español monseñor Mauri; el arzobispo castrense y los arzobispos de Granada, Oviedo, Sevilla, Valencia y Zaragoza; los obispos de Alcalá, Alicante, Cáceres, Cádiz, Cuenca, Getafe, Ibiza, Mondoñedo, Salamanca, Segovia, Teruel, Tui-Vigo, más el de Avignon (Francia), y los auxiliares de Madrid y Pamplona, además del secretario general de la Conferencia Episcopal, don José María Gil Tamayo, y cientos de sacerdotes. Hubo un despliegue de unos 450 voluntarios.
Las multitudes en torno a la Misa de la Sagrada Familia han dejado de ser una sorpresa, y se han convertido ya en parte del paisanaje típico navideño de la capital de España. Miles de familias viajan cientos de kilómetros hasta Madrid, desafiando el frío y la incomodidad que supone desplazarse en estas fechas. Este año, destacó, en particular, la presencia Italiana, unas 4 mil personas, aunque hubo grupos procedentes de 15 países de Europa.
Convocan el Arzobispado y la Provincia Eclesiástica de Madrid, con la estrecha colaboración del Camino Neocatecumenal y de otras realidades eclesiales. Pero la dimensión multitudinaria que ha adquirido esta celebración sería inexplicable sin el decidido apoyo que le prestó desde sus inicios Benedicto XVI. La primera Misa en Colón, en la Navidad de 2007/08, fue la primera ocasión en la que un Papa se unía por vídeomensaje a una celebración fuera de Roma.
Estas siete ediciones han contribuido a dar protagonismo público a la fiesta de la Sagrada Familia, solemnidad que a menudo pasaba desapercibida entre las celebraciones navideñas. La Misa de Madrid fue este año, una vez más, la más numerosa, pero ya no la única. En la primera fiesta de la Sagrada Familia con el Papa Francisco, conectaron también con la plaza de San Pedro la basílica de la Sagrada Familia, de Barcelona —allí acudió, junto al cardenal Martínez Sistach, el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el arzobispo Vincenzo Paglia—; la basílica de Anunciación, de Nazaret —con la presencia del secretario general del Sínodo de los Obispos, monseñor Baldisseri—; y la basílica de Loreto, en Italia.
Al término del rezo dominical del ángelus, el Papa dirigió un saludo especial a los fieles reunidos en estos lugares, y pronunció una oración especial por el próximo Sínodo de los Obispos de octubre, que estará dedicado a la familia. Francisco recordó a las «millones de familias» que, como la de Jesús, exiliada en Egipto, deben huir «del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna». Esas familias «no siempre encuentran acogida verdadera, respeto, aprecio de los valores de los que son portadores», sino que a menudo «son víctimas del rechazo y de la explotación», o incluso «víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo». Pero, además, el Papa aludió a esos «otros exiliados» o «exiliados escondidos», que existen «dentro de las mismas familias», fundamentalmente «los ancianos, que a veces son tratados como presencias molestas». Y añadió: «Muchas veces pienso que un signo para saber cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos».
Familias misioneras
En Madrid, la nota más singular este año fue la misionariedad. Ante tantas situaciones y personas tristes y doloridas como existen hoy, «dar testimonio del Evangelio de la alegría con obras y palabras en nuestro tiempo es tarea y urgencia primordial de la familia cristiana», dijo el cardenal Rouco. «La Iglesia y el mundo de nuestros días os necesitan para llevar el Evangelio al corazón del hombre y de la cultura contemporáneas», añadió.
Minutos después, el cardenal bendijo a 140 de las 500 familias del Camino Neocatecumenal que serán enviadas en misión el 1 de febrero por el Papa Francisco. Formarán pequeñas comunidades en la India, China o Mongolia, y en entornos muy secularizados de Occidente, como Francia, Holanda o Estados Unidos, donde los obispos han solicitado esta presencia.
El iniciador del Camino, Kiko Argüello, alabó la «disponibilidad de estos hermanos», cuando, por sorteo, se fue decidiendo el lugar de envío para cada una. «Ninguna dijo que no».
Su misión será simplemente estar ahí y amarse. «Y toda la gente pagana o secularizada que os vea dirá: ¡Ésos son cristianos! ¡Que se vea cómo os queréis!», les exhortó Kiko Argüello.
Se han preparado durante años en sus comunidades para una vocación misionera que no es muy común, aunque el modelo es extrapolable a cualquier otra familia cristiana. «No es que sean personas muy buenas, no es eso», explicó Argüello. Pero, a lo largo de su camino de iniciación cristiana, han aprendido a «amarse como Él nos ha amado». Han aprendido a vivir sostenidos por Su gracia, y por eso son capaces de amar incluso a sus enemigos, enemigos que, en ocasiones —añadió—, la experiencia muestra que son sus propias mujeres o maridos… A menudo ocurre que los defectos y ofensas de uno de los cónyuges destruyen al otro; «te sofocan, te sientes morir y te quieres separar». Ésa es la causa de tantas separaciones hoy. Y ocurre porque «no tenemos dentro vida eterna». En cambio, «si tienes dentro vida eterna, puedes amar al otro en una nueva dimensión y perdonar. Por eso, el matrimonio cristiano es indisoluble», remarcó el iniciador del Camino. Eso es lo que las familias en misión van a testimoniar.
Es posible vivir según el «modelo de la familia cristiana», diría poco después el cardenal Rouco. «No estáis solos», añadió. ¡La oración de innumerables almas consagradas a la plegaria y a la oblación de sus vidas por la Iglesia os acompaña! Vuestros pastores y las comunidades eclesiales a las que pertenecéis quieren estar y están a vuestro lado, con su oración, todos los días de vuestra vida».