El mundo no es lo definitivo
Jueves de la 6ª semana de Pascua / Juan 16, 16-20
Evangelio: Juan 16, 16-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?» Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Comentario
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». Los discípulos no dan crédito: «¿Qué significa ese poco? No entendemos lo que dice». Es un lenguaje sencillo, casi infantil. Como si estuviera jugando al escondite, como dice García-Máiquez, y nada menos que para hablar de su separación de nosotros y de su muerte. No sé si ese lenguaje rebaja la angustia o la agudiza, porque cuando uno está muy nervioso a veces la broma no logra destensar. Pero la pretensión de Jesús no es solo destensar, sino evitar a toda cosa la vanidad de su marcha: la ligereza de su lenguaje invita a los discípulos a no dejarse apesadumbrar por la muerte, para poder atender a la resurrección.
Por eso continúa con estas palabras: «en verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». Ese «poco» es el mínimo espacio que necesita la esperanza para abrirse paso de la no visión inmediata a la visión mediata del resucitado. Es necesario recordar en mitad de la tristeza con media sonrisa la broma de Jesús, para que la tristeza no nos parezca definitiva.
Y cuando se sabe que el mundo no es lo definitivo, entonces comienza verse ya a Jesús, que es el que realmente define la vida; porque Jesús tiene tal dominio sobre la realidad que burla las desventajas del mundo. El humor, cuando es bueno, nunca es superficial; permite dar valor relativo a lo que lo tiene, pese a resultar pesado, y definitivo a lo que lo merece. El buen humor es hermano de la fe.