«El mundo hispano es donde más se valora a Chesterton»
Referentes literarios no religiosos como Borges admiraron al converso inglés y ayudaron a difundirlo en español, asegura García-Máiquez, que coordina un congreso sobre él
En una librería de España o Hispanoamérica es más fácil encontrar libros del inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) que en una de Londres. «Siempre hay reediciones», asegura el peruano Fernando Iwasaki, profesor de la Universidad Loyola, que ha prologado varias obras del autor converso al catolicismo. «El mundo hispano es donde más se le ha valorado como escritor», coincide Enrique García-Máiquez, escritor y coordinador del congreso 150 años de Chesterton, dedicado a su legado en este ámbito y que la Universidad CEU San Pablo acoge este jueves y viernes. El interés viene de lejos. En vida, fue invitado a nuestro país tres veces —una, en 1926, a la Residencia de Estudiantes— y se empezó a traducir muy pronto, en los años 40. En Argentina, incluso antes. «La razón es Jorge Luis Borges», asegura Iwasaki, que hablará de la acogida a Chesterton en Hispanoamérica. Ya en 1936, el literato argentino hizo nacer la curiosidad por él gracias a las reseñas de obras en versión original que publicaba, «deshaciéndose en elogios», en la revista femenina El hogar y en la más intelectual Sur. Además de por él, «ha sido siempre muy citado por grandes referentes como Julio Cortázar, Alfonso Reyes, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuente», prosigue. Reyes y Cortázar, además, lo tradujeron; al igual que Unamuno aquí. Todo ello, sin compartir la mayoría de ellos la fe católica que el inglés defendía sin ambages.
En nuestro país, entre sus valedores y admiradores no creyentes están el filósofo Fernando Savater, que pronunciará la conferencia inaugural, y el escritor Andrés Trapiello. Este abordará, como la otra cara de la moneda, la atracción del autor católico por Cervantes y su obra: les dedicó su última novela, El regreso de don Quijote, y dos ensayos. Trapiello asegura que en realidad el ingenioso hidalgo es bastante anglosajón por su humor, más sutil que el «español, que es más barroco, cruel y sombrío». Chesterton bebe de él y de su finura «y los adapta perfectamente a su modo de escribir: la paradoja», presente también en la obra de Cervantes. Igual que un loco como el de la Mancha «tiene una lógica especial», no discursiva sino «como los saltos del caballo de ajedrez», la paradoja «es un atajo que nos revela una verdad por el camino más insospechado».
Dardos con humor y educación
¿Cuál es el secreto de esta aceptación mientras en su Inglaterra natal ha estado más relegado por identificársele más con su vertiente apologética? Iwasaki defiende que los literatos hispanos valoraban «su lucidez, inteligencia y sentido del humor». En Hispanoamérica —no tanto en España, matiza— este «no es expresión de desdoro» sino algo que se «celebra tanto como la hondura». Chesterton «siempre recurrió a él para formular sus argumentaciones», y además lo hacía «de una forma tan educada, divertida y brillante que nunca fue malentendido. Cuando clavaba un dardo nunca llegaba la sangre al río» y eso se ha admirado en aquellos países.
García-Máiquez añade que Chesterton encajó mejor en este espacio lingüístico pues, si bien muchos de sus valedores no eran creyentes, «el catolicismo se daba por asumido; no era un caballo de batalla. Y cuando empieza a serlo, él entra como escritor combativo». Se refiere a cómo desde finales del siglo XX se ha producido un nuevo boom de este autor en círculos explícitamente católicos, donde se subraya más su faceta de apologeta.
El contrapunto en el encuentro lo dará el escritor Juan Manuel de Prada, señalando lo que de «insidioso» hay en estas formas de presentar al autor inglés. Si bien «hay que celebrar toda reivindicación de Chesterton», advierte de que Borges, más allá de no compartir su fe, desde su «aversión a la religión» promueve una lectura que lo «despoja de su sustrato teológico». Así, El hombre que fue Jueves se presenta «como kafkiana o en la estela de Lewis Carroll», ignorando las cuestiones que plantea sobre Dios. Pero eso «amputa un poco el corazón de su obra». De Prada también es crítico con otra tergiversación, «en el mundo católico conservador, que ha tratado de escamotear algo muy importante en él: su propuesta de organización social y económica». Esta cristalizó en el distributismo, que defiende «el reparto de la propiedad» y evitar su concentración en pocas manos, al tiempo que denunciaba el capitalismo.
García-Máiquez asegura que el congreso —en el que también participarán el obispo José Ignacio Munilla o Julio Llorente, colaborador de Alfa y Omega— reivindicará a «todo Chesterton», también al frívolo y al lúdico. Recordando su broma sobre cómo era capaz, por su tamaño, de ceder el asiento a la vez a tres señoras, subraya que «es tan grande que su figura permite esa diversidad de interpretaciones, que en realidad no son falsas. Quien sea chestertoniano» por cómo «revoluciona la novela policiaca con los libros del padre Brown es tan chestertoniano como el que lo sigue por otra idea».