El lugar donde rezan las putas. O que lo dicho sea es el sugerente título de la propuesta del dramaturgo José Sanchís Sinisterra, escrita a medida para Paula Iwasaki y Guillermo Serrano tras verles interpretar su ¡Ay Carmela! Esta nueva pieza, representada hasta el 15 de abril en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español sigue la estela de Ñaque o de piojos y actores y la misma ¡Ay, Carmela!, donde el autor aborda el metateatro —el teatro dentro del teatro—. En este lugar donde rezan las putas, un antiguo local abandonado en el centro de la ciudad donde solían esconderse las prostitutas para orar, y prestado por el tío Roque para montar una pieza teatral, Rómulo y Patri —no sabemos si de Patricia o de Patrocinio— viven un intenso proceso creativo desde dos aristas enfrentadas pero no excluyentes: ella busca el combate, él la filosofía.
Y es así como el espectador entra de puntillas en las dos historias propuestas, la de Hipatia de Alejandría y su discípulo Sinesio, filósofos del siglo IV, o de la Lise y Artur London, militantes comunistas del siglo XX. Dos historias «que no se mueven al dictado de la taquilla ni de los supuestos reclamos de los espectadores», señala el dramaturgo Alberto Conejero, que califica a los personajes como «dos disidentes de una lógica capitalista que solo nos quiere como fuerza de producción y consumo» —sorprendente apreciación—.
No termina aquí la sorpresa. En ese lugar donde rezan las putas el autor abre una trampilla —literalmente— para que los olvidados alcen su voz. Es aquí donde lo real se mezcla con lo fantástico y donde los personajes tienen la potestad de escuchar esas voces y cambiar la Historia con mayúsculas —quizá el hilo más brillante de la representación, que deja con la miel en los labios por lo escasamente desarrollado—, la que pudo ser y no fue. Y ofrecen un intento de esperanza versado en el subtítulo de la obra. «Que lo dicho sea», porque solo lo que se pronuncia puede ser, solo lo que se dice puede cambiar lo que los mudos nunca fueron.
Según la propia Iwasaki, «en esta pieza Sanchís Sinisterra ha volcado una síntesis de toda su trayectoria. El texto está lleno de guiños hacia su teatro, hasta el punto de que para algunos espectadores puede resultar apabullante». No le falta razón a la actriz. El guion toca superficialmente un batido de denuncias que lanza sin anestesia a un público apabullado, desde el oficio teatral al comunismo, pasando por la aburrida y recurrente crítica a la Iglesia —con calzador—, que por cierto inunda toda la pieza. Ni Buñuel, oigan.
Cuenta el propio Sinisterra en La Diabla, la revista del Teatro Español, que trata de «no caer en un teatro didáctico o reivindicativo» y busca que «el público salga a la calle con deberes para hacerse preguntas». Es un buen objetivo, no hay duda. Siento esta vez no estar a la altura de lo propuesto.
No pasa nada. Un desliz lo tiene cualquiera.
★★☆☆☆
Teatro Español
Calle del Príncipe, 25
Antón Martín, Sol
Hasta el 15 de abril